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Líder a la derecha

Ya tiene el PP el líder que buscaba, tras el congreso extraordinario. A lo largo de la campaña se habló poco de programas (de hecho, luego no los cumplen, como pasó con Mariano Rajoy, que hizo lo contrario de lo que prometió). Pero sí que se reclamaba un pedigrí o ener unas esencias. Lo que tienen es un historial en forma de programas y de realidades o decisiones, cuando han estado en el poder, en el Gobierno, o aquí en la Generalitat o en el Ayuntamiento de València. José Manuel García Margallo, el exministro, se remitía a sus libros y las propuestas que ha hecho para imprimir un nuevo rumbo. No tuvo mucho éxito porque el grueso de los inscritos para votar en la Comunitat Valenciana le dejaron de lado y eso que está toda la vida viviendo (y bien) de la política. Al final, unido con los demás perdedores y en su afán de impedirle llegar a Soraya Sáenz de Santamaría (por la que siente inquina) ha formado cartel y ha podido celebrar el éxito (el 60 %) de Pablo Casado.

La ironía es que éste, al explicitar en su discurso final y al refrendar su liderazgo, sus puntos fuertes, no recogía ninguno de los que el más maduro miembro popular proponía, y se fue a recoger sus ideas en Hazte Oír o en el tradicional sentimiento patriótico de José María Aznar. Habrá quien diga que para ese viaje no se necesitaban alforjas y para sacar la bandera de Alberto Ruiz Gallardón contra el aborto (la ley) y volver a la de supuestos de los años 80, no parece considerar que fue ese empecinamiento el que costó la caída al expresidente de la Comunidad de Madrid.

La justificación, dada por él mismo y por su escudero Javier Maroto, que se ha partido el brazo y da la cara por el nuevo líder, es que así volverán los votantes que les abandonaron, esos tres millones de votos que les fueron dejando en dos o tres plazos electorales, desencantados, pero no por su inclinación hacia la socialdemocracia, sino por la corrupción en el partido, cada vez puesta más en evidencia en las sentencias judiciales (y las que están al caer) y por el tirón de Ciudadanos, con un líder que se maneja muy bien y les come terreno siendo en Madrid y Murcia decisivo y siendo el más votado en Catalunya. También lo ha sido con su pacto con el PSOE en Andalucía. Y por eso mismo creo que sus analistas y panegiristas o adalides se equivocan y el grueso de esos votantes no van a volver así, porque los únicos que van a interesarse por su posicionamiento serán los de Vox, o como dijo la vice de las Cortes, la extrema derecha. Y eso no llega a 100.000 votantes en toda España. De recuperar así la mayoría necesaria para gobernar, ya se ve que no.

Claro que le basta oponerse a todo y hacer ruido, bien con su mayoría absoluta en el Senado o con su capacidad, con ayuda del ciudadano Alberto Rivera, si así le conviene, de presentar un bloque contra las leyes o medidas, sean las relativas a RTVE o al techo de gasto, aunque sea dándonos latigazos a todos y obligando a prorrogar el presupuesto sin más o que crezca el déficit, pero es la táctica de Cristóbal Montoro, para hundir a los socialistas, «cuando peor mejor».

El flamante líder se reunía ayer con la candidata derrotada y se va a Barcelona a presentar su ejecutiva, pero dudo que allí recupere votantes, por más «¡Viva España!» que dé y banderas rojigualdas que le rodeen. El problema está ahí, internacionalizado, judicializado, enquistado, lo contamina todo y con un frentismo como el que Casado propone no se avanza (él está contra el diálogo que practicó Rajoy y quería un 155 más duro, que al final ya se ve que no conduce a nada). Se vuelve a la casilla de salida.

Y como todo depende de ocho votos en el Congreso, la legislatura puede acabarse antes de lo que todos calculaban, para gozo de Ciudadanos, antes de que Casado tenga tiempo de pergeñar un programa (no sólo rebajas de impuestos como hacían Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes en Madrid, que es a lo que él pretendía presentarse).

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