No soy sospechoso de hacer una oposición dura y despiadada contra el gobierno del Botánic ni contra el de La Nau. Quizás es uno de los motivos de estar donde estoy, al igual que mis otros compañeros de destino. Me gustan muchas de las políticas llevadas a cabo por Joan Ribó y su equipo de gobierno. Potenciación del uso de bicicleta, transformación de los espacios verdes, etcétera. Pero la cagada monumental al permitir la utilización de un espacio público para que un tipo pinte un mural sobre personas condenadas por apalear guardias civiles, me parece cuanto menos una torpeza de libro. Creo que es de las cosas que se pagan en las urnas, además de por el significado, por la transcendencia mediática que llega a los ciudadanos. Cuando uno molesta a las víctimas del terrorismo, cuando ellas se sienten ignoradas y violentadas además de insultadas, es que casi seguro que uno ha actuado mal.

No olvidemos una cosa, no perdamos las referencias. Las víctimas del terrorismo (no hablo ya solo de las asociaciones de víctimas) representan a todos los ciudadanos de bien. Porque ellas han sufrido como nadie el precio de la lealtad institucional, la fatiga por el bien común, la falta de comprensión cuando se defendía la democracia y tantas y tantas cosas. Pagaron más que nadie el precio de que cada uno pudiese decir lo que quisiese sin ofender al que tiene enfrente. Pagaron con la vida de sus seres queridos y también con lesiones vitalicias esa pelea por la libertad. La libertad de expresión nunca puede chocar con la falta de respeto a aquellos que murieron o quedaron lisiados precisamente por eso, por defender entre otras cosas la libertad de expresión y otras muchas libertades. Pienso que Ribó es un buen tipo, pienso que no tiene otro fin que el de el bien común, pero en todo esto se ha equivocado, tiene tiempo de rectificar y no conducirse por un «ni lo apruebo ni lo desapruebo». Esa no es la actitud que se espera del que debe ser el alcalde de todos los valencianos y valencianas.