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De la moción a la emoción

El otoño será vertiginoso para el Gobierno, con tanta hormona entusiasta al frente de los partidos

"Siempre os irá mejor conmigo que con Rajoy". La estrategia de Sánchez para llegar a la Moncloa dio sus frutos en la moción de censura porque no sólo en el PSOE, en todos los grupos había ganas de ajustarle las cuentas al PP, y la hora, sentencia de la Gürtel mediante, había llegado. Y más y mejor le rindió cuando el jefe del Ejecutivo la adobó con ese gabinete modernísimo que está al cabo de todo lo que más pita en la calle. El Congreso es otra cosa, es el escenario del choque con la realidad: sólo 84 diputados a favor y obligación de pactar y ceder para sacar adelante cualquier iniciativa. La estrategia, ahí, fracasa. O lo hace a medias, como el viernes pudo comprobarse: sí a Rosa María Mateo como administradora única de RTVE, no a la nueva senda de estabilidad presupuestaria. El Gobierno debe extraer conclusiones de ese comportamiento bipolar de sus sostenes parlamentarios, pues el empate in extremis puede devenir derrota por goleada en cuanto llegue septiembre. Unidos Podemos quiere ser el socio privilegiado del Ejecutivo y, celoso, exige negociaciones a las que Sánchez se aviene para meter mano en RTVE, pero no para fijar el nuevo objetivo de déficit. A los de Pablo Iglesias 6.000 millones más para gastar les parece poco dispendio extra. Los independentistas catalanes dieron sus votos a Sánchez porque Rajoy les ignoraba, pero aspirando, en el fondo, a dar pasos en pos del referéndum y la excarcelación de los presos. ERC tiene un punto más pragmático, pero el que el PDeCAT tenía se ha esfumado con el desembarco de Puigdemont, por persona interpuesta (Bonvehí), en la dirección. A partir de septiembre veremos cuánto tiempo deja Sánchez que le tensen la cuerda sus aliados de la moción de censura. La portavoz Celaá dice que el Gobierno no piensa "resistir más allá de lo razonable". Y Borrell anota que la duración de la legislatura y la integridad territorial del Estado no son metas equiparables por su peso. De esos avisos todo quisque deduce que al Ejecutivo, llegada la hora, no le temblará la mano para llamar a las urnas anticipadamente. Porque, ¿quién las quiere? Ciudadanos, sí, pero ¿y el PP de Casado? ¿De verdad? De los demás, ninguno. Y al PSOE le conviene convocarlas cuando detecte (si puede) que su curva ascendente en los sondeos empieza a trompicar. Puigdemont no se lo pondrá fácil. Ni Podemos. El PNV, si acaso. Iglesias quiere ejercer detrás de Sánchez, como Puigdemont ejerce por detrás de Torra, aunque no lo necesita porque Torra ya parece su secretario (ni a valido ni edecán llega). Y en esto llega Tardà (ERC) y aboga de nuevo por la desobediencia, dando al traste con la pax entrevista junto a la fuente de Guiomar. Todo en menos de dos meses. ¿Y así hasta agotar la legislatura y celebrar elecciones, "en tiempo y forma, en 2020", como prometió el jueves el Presidente? Vértigo me da, y más con tanta hormona entusiasta al frente de los partidos. Pero se desentumece uno.

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