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Pedro y Pablo

Cada 29 de junio -hace ahora un mes- el santoral católico, y en general el universo cristiano, celebra la "solemnidad conjunta" de los santos apóstoles Pedro (Simón Pedro, de profesión pescador) y Pablo (Saulo de Tarso, acérrimo perseguidor de cristianos antes de su conversión). Ambos murieron en Roma martirizados por causa su fe cristiana. Hasta aquí la sucinta explicación histórica. Pedro y Pablo, además, constituyen dos de los nombres más utilizados en el mundo cristiano para los varones. Peter y Paul (falta and Mary) en inglés; Pierre y Paul en francés; o Pietro y Paolo en italiano. Nadie, incluso los ateos más furibundos y conceptuales, ha osado apostatar su nombre (Pedro o Pablo) mutándolo por el de "Germinal", "Abril", "Lucifer", "Progreso", "Comunardo", "Siberiano", "Liberto" o "Amanecer", por ejemplo, todos ellos evocadores de un científico y acerado ateísmo que identifica a su titular como un anticatólico militante. Seguro que ustedes dos conoce a más de un Pedro y Pablo que, pese a su consumado ateísmo, no han dirigido su indignación hasta el Registro Civil para cambiar de nombre. Y seguro que alguna de ustedes dos conoce a más de un Pedro y Pablo que, sin embargo, han dirigido su furibunda indignación a la exigencia del cambio de nombre de muchas calles. Paradojas laicistas conviviendo amablemente con posverdades de memoria histórica. Si yo hubiera tenido el infortunio de llamarme "Perseguido", en la más pura tradición anarquista, apenas cumplida la mayoría de edad habría montado guardia ante el Registro Civil para solicitar el inmediato cambio del nombre por el de Rafael.

En España, y su endogámico mundo de la política y los políticos patrios donde casi nadie es lo que dice ser, los nombres de Pedro y Pablo están más de moda que nunca. Huelga recordar a nuestro apolíneo y viajero Pedro Sánchez, presidente del Gobierno del Estado Español, el de los podemitas Pablo Iglesias (el otro), que mutó de irredento proletario de barriada a acomodado burgués de chalet superlativo con piscina y casa de invitados, o Pablo Echenique, libertador de la clase obrera, sancionado en 2017 por la Inspección de Trabajo por la contratación irregular de su asistente personal. A estos nombres cabe sumar ahora el de otro Pablo, de soltero Casado, titular sin oposición de la plaza de presidente del Partido Popular tras la espantada del registrador por oposición Mariano Rajoy. Una vez confeccionada la lista de los tres principales Pedro y Pablo de esta onomástica reflexión, cúmplenos perorar por escrito sobre algunos puntos de interés no necesariamente comunes a nuestros invitados. Veamos.

Pedro Sánchez alcanzó la cima del poder, y su cúspide propia, el día en que un numeroso grupo de grupos le votó como presidente del Gobierno del Estado Español, al mismo tiempo que le negaba el pan y la sal política a un moribundo Mariano Rajoy, tristemente abducido por su entorno más cercano y por los consejos áulicos de un politólogo casado con una política del PP de toda la vida. Así, entre otro Pedro, Arriola, su señora esposa, Celia Villalobos y la mediocre fontanería popular, el aliento de Rajoy fue debilitándose a pasos agigantados hasta certificar su expiración final. Pero volviendo a Sánchez, Pedro, cabe recordar que está gobernando con tan solo 84 diputados, una cifra que le hace cautivo y desarmado frente al "panchovillesco" ejército de podemitas asamblearios (algunos de sus máximos líderes felizmente incorporados al discreto encanto de la burguesía inmobiliaria), la extrema izquierda, el separatismo xenófobo, los amiguitos del democrático mundo postetarra, los antisistema, el anticapitalismo y otros ismos de dudosa procedencia. Lo dicho: cautivo y desarmado, a merced de la voluntad de estos inquietantes "otros", ese espectro de sombras franquenstenianas que da miedo, mucho miedo.

Por eso temen al otro Pablo, Casado, cuando contra todo pronóstico y contra la inclemente batalla desatada contra él por muchos medios de comunicación, se ha hecho con las riendas de un desnortado Partido Popular, inerme, en estado de shock desde que los sediciosos catalanes le plantaron el antidemocrático y supremacista pulso de la independencia unilateral olvidando a más de la mitad de la población catalana. De ahí que se haya resucitado al viejo dóberman, a una supuesta y artificial, falsa, extrema derecha. Y todo eso cobra vida al tiempo que se silencian los crímenes del gobierno nicaragüense de Ortega, el revolucionario, el demócrata; o se comulga con el régimen de otro demócrata excepcional, Nicolás Maduro de Venezuela, país que este año alcanzará una inflación del 1.000.000 %. La larga y afilada mano de Pablo (el otro), junto a los socios ocasionales y vocacionales que le acompañan, mece lentamente la cuna donde Pedro duerme su plácido sueño de una noche de verano. El problema es que algún día tendrá que despertar. Y no será tan placentero.

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