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De la oposición al Gobierno y viceversa

sabemos que no es lo mismo hacer oposición que gobernar. Sin desmerecer lo primero frente a lo segundo, gestionar la cosa pública no es fácil. En ocasiones, son los propios partidos políticos los que reconocen no poder realizar desde el gobierno muchas cosas que reclamaban en la oposición. Entonces, se le pide a la sociedad cierta comprensión con la incoherencia en la que, a veces, acaban cayendo. Un ejemplo paradigmático de ello lo constituye el PP en los años en los que ejercía de oposición siendo Zapatero presidente del Gobierno. Cómo olvidar la cantidad de cosas que en aquel momento aducía Rajoy y luego, tras ganar las elecciones generales con mayoría absoluta, no podía cumplir. «Los españoles hemos llegado a un punto en que no podemos elegir entre quedarnos como estamos o hacer sacrificios. No tenemos esa libertad. Las circunstancias no son tan generosas», decía en julio de 2012 en el Congreso de los Diputados al dar cuenta del último Consejo Europeo y de la política económica del Gobierno, señalando a Europa tratando de justificarse.

A veces ocurre que un mismo partido que forma parte de un gobierno, también ejerce de oposición a la vez. Ese es, y cuando queda menos de un año para las elecciones, el rol que ha empezado a adquirir la coalición Compromís frente al PSPV-PSOE al no apoyar la flexibilización del objetivo del déficit propuesto por el Gobierno socialista. Un planteamiento difícil de entender cuando se trata de 220 millones de euros en el caso de la Comunidad Valenciana. Es decir, 220 razones para respaldarlo en forma de colegios, sanidad, servicios sociales o dependencia.

Es cierto que esta medida no soluciona los problemas de financiación que tiene la Comunitat, pero ello, tampoco debería servir de excusa para oponerse a lo que no deja de ser un cambio vital en la política fiscal gracias al nuevo Gobierno socialista. Un rechazo que obligará a tener que explicar en el futuro por qué no se hace tal o cual política. Así, reconociendo que queda mucho por hacer, y más allá de la oportunidad política, la sociedad valenciana merecía que la propuesta fuera apoyada.

Ocurre que en la difícil tarea de gobernar, no siempre se consiguen los objetivos propuestos en el plazo de tiempo que se quisiera. De ello saben bastante las personas que, como la vicepresidenta Oltra, se enfrentan día a día a la realidad de la gestión con todas las complejidades que ello supone. Sin embargo, la ciudadanía suele ser comprensiva si la voluntad política se traduce en hechos encaminados hacia esos objetivos. Algo de esto hay en la cuestión de la flexibilización del déficit planteado por el Gobierno.

La política no deja de generar nuevos escenarios. Frente a un cambio de actitud como el del nuevo Gobierno socialista, la coherencia en el discurso político no es tanto una cuestión de decir siempre lo mismo, como la capacidad de adaptarlo a la nueva realidad.

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