Mi segunda escapada báltica recorre las repúblicas de Estonia, Letonia y Lituania. Confirman lo dicho en la columna precedente. El territorio es más limitado, unos 175,000 km2, poco más de la tercera parte de España, y su altitud muy reducida. Las tres repúblicas apenas alcanzan los 300 metros. Lituania, ni eso: la colina Aukstojas llega a los 293,84 metros, según mediciones hechas en 2004, desbancando a la colina Juozapiné y sus 292,7 metros. Aquí, solo aparecen dos climas. El más extendido, el Dfb, una versión continental de clima oceánico. El verano es cálido y no hay estación seca, tal como ocurriría en Londres, pero el invierno es mucho crudo, de modo que las medias mensuales caen por debajo de los -3 ºC. La franja costera, por su parte, tiene un clima menos duro y cae bajo el dominio oceánico. La poca variedad climática báltica se ve compensada con otros fenómenos de interés. El más llamativo, la duración del día. Pueden hacer sus simulaciones en esta web que verán mejor con Internet Explorer: http://astro.unl.edu/classaction/animations/coordsmotion/daylighthoursexplorer.html

Cualquier punto del planeta tiene la mitad del año de día y la otra mitad de noche. Pero mientras en las latitudes ecuatoriales la distribución es regular a lo largo del año, unas 12 horas diarias, lo que explica sus temperaturas constantes, a medida que subimos de latitud se incrementan las diferencias de duración entre las distintas estaciones y por tanto, sus amplitudes térmicas. En Rauma, estación finesa del ferry a las islas Aland (de habla sueca pero soberanía finlandensa), el día apenas dura 4,9 horas en el solsticio de invierno; 14,1 horas dura en el solsticio de verano. Por poco no alcanzamos el Círculo Polar Ártico, de modo que no disfrutaremos del sol de medianoche.