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Basura en las redes

Ana: «Es curioso, inquietante y revelador que las redes sociales saquen a menudo lo peor de alguna gente. Sus más bajos instintos, su capacidad para rastrear errores ajenos y atacarlos con saña, su afición por despreciar los gustos ajenos, su enorme habilidad para reírse de las desgracias o despellejar a quienes piensan o sienten distinto. Esa actitud rastrera de insuperable vileza asoma su cara más repugnante cuando alguna mujer famosa cuelga en su perfil alguna fotografía en la que no luce una silueta perfecta y aparece algún kilo de más, alguna curva pronunciada o imperfecciones que no fueron extirpadas con técnicas fotográficas.

Y no digamos ya si algún medio sube alguna imagen de personas que son famosas sin pretenderlo (hijas de políticos, presentadoras o cantantes) y que no se ganan la vida precisamente por su aspecto físico. Entonces, la crueldad que exhiben algunos seres alcanza extremos que invitan a poner en duda que estén en su sano juicio. Escondidos en el anonimato, esos carroñeros que sobrevuelan el terreno de las celebridades en busca de michelines, estrías, manchas, cicatrices o arrugas no tienen el peor reparo en repartir sablazos sin ton ni son (casi siempre adobados con faltas de orto/grafía bastante elocuentes), quizá porque esparciendo excrementos mentales olvidan sus propios reflejos en el espejo, con los que no se sienten nada a gusto.

No soy una ingenua. Sé que pedir tolerancia en un espacio donde millones de personas pueden sacar su propia basura impunemente sin dar la cara y sin perder el tiempo buscando argumentos alejados del exabrupto y la soga virtual es una tarea imposible, y que un mundo donde la educación en el respeto y la empatía es una vía poco transitada proporciona las herramientas a coste cero para construir muros, abrir zanjas y extender alambradas para proteger las miserias íntimas de cada una, esas que nos vuelven minúsculos como seres humanos y mayúsculos como tiranos de pacotilla».

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