A finales de junio nos desayunábamos con una noticia impactante y al mismo tiempo frustrante para las expectativas económicas en el ámbito de la Comunitat Valenciana: la exclusión en materia de financiación de las líneas ferroviarias valencianas en el marco de la red transeuropea de transporte. Se trataba de una más de las muchas chapuzas que el anterior gobierno de Rajoy había cometido en contra os intereses valencianos y, por ende, del resto de España. No solo había actuado con absoluta alevosía y nocturnidad sino que, además, trataba de justificarse aduciendo para ello que se trataba de una decisión unilateral de Bruselas en la que nada había tenido que ver la gestión del ejecutivo central. Sin embargo, la realidad es mucho más tozuda y se ha quedado demostrado con el paso de las semanas que el gobierno Rajoy no solo era nocivo para los ciudadanos españoles sino que, además, no sabía otra cosa que mentir e intentar engañar para protegerse ante la opinión pública. La gestión que el gobierno de la Generalitat, encabezado por Ximo Puig y con el resto de formaciones que lo sustentan, han tenido que poner todos los mecanismos administrativos y políticos para aderezar el rumbo que necesita, actualmente, nuestra economía. No hay que olvidar el esfuerzo ingente que las entidades empresariales han protagonizado en esta lucha, conscientes de que se trata de un objetivo, el del transporte ferroviario, que no solo afecta a las empresas e industrias sino que tiene una incidencia directa y esencial sobre el resto de la sociedad, especialmente, la clase trabajadora que forman parte de esas industrias, necesarias para el desarrollo.

La Comunitat Valenciana constituye una de las zonas europeas más pujantes que basa su motor económico en ejes tan importantes como el turismo, la industria, la agricultura y la logística, a las que hay que sumar algunos componentes intangibles como el conocimiento y la innovación, tan importantes como invisibles socialmente para nuestro día a día. Por ello, no se entiende que algunos gobiernos conservadores tengan tan poca sensibilidad hacia el avance de la economía. Los municipios valencianos tenemos un papel esencial en la creación de ese eje europeo que debemos liderar sin titubeos ni medias tintas desde ya, aunque algunos como Riba-roja llevamos recorrido un trayecto decidido y ambicioso que permita conectar a nuestras empresas e industrias -más de 800 en los polígonos- con el resto de Europa, pero sin olvidar primero de comunicarnos con otras comunidades autónomas. Para ello, el pasado mes de abril constituimos el autodenominado G6 que agrupa empresas logísticas de Riba-roja de Túria (Comunitat Valenciana), Arteixo (Galicia), Mondragón (País Vasco), Martorell (Cataluña), Mérida (Extremadura) y Antequera (Andalucía). En total, miles y miles de empresas, puestos de trabajo e inversiones reunidos bajo un mismo prisma: construir las comunicaciones y las infraestructuras adecuadas para que las empresas puedan realizar su actividad con absoluta libertad y con las mínimas comodidades para ello, porque solo así podremos garantizar la libre circulación que garantiza el ámbito europeo. Este grupo G6 está afectado no solo por el eje mediterráneo sino también por el atlántico. Hasta seis comunidades autónomas participan en él.

Conscientes de que vivimos en un mundo globalizado, en el que lo que ocurre en un punto del mundo tiene su repercusión inmediata en la otra parte del planeta, debemos ser lo suficientemente inteligentes para remar todos en la misma dirección: la que nos permita construir ese proyecto común que supone Europa. El resto son castillos en el aire que no conducen a ningún lugar. Por delante, tenemos un reto apasionante.