El 5 de agosto de 1939, recién finalizada la Guerra Civil, trece jóvenes esperaron apiñadas su último destino en una fría celda de la cárcel de Ventas en Madrid. Estaban encausadas y un tribunal militar franquista las condenó a muerte por pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas. Un espantajo de juicio de una hora, sin probar ningún hecho delictivo, las condenó. Solo un delito: ser rojas, y un agravante además de su juventud promesa de futuro: no renunciar a los mismos ideales que posteriormente han rechazado sus mayores, aunque manteniendo el rótulo de socialistas. Ese día 5, a las cinco de la mañana, las hicieron salir de las celdas comunes. Lloraban, sabiéndose inocentes de cualquier culpa, como lo sabían también sus verdugos. Tuvieron el único homenaje que podían tener: sus compañeras, según las nombraban para salir, les aplaudían y hacían ruido golpeando en las rejas.

Trece rojas asesinadas por venganza y por el miedo a no poder cercenar el futuro que representaban sus ideales y su juventud. Consiguieron asesinarlas, pero el eco de este fusilamiento se ha convertido en un hito imborrable de la memoria de este país y de la Historia de nuestro pueblo. Un pueblo y país que todavía mantienen enterrada gran parte de su Memoria Histórica.

Casi ocho décadas después, nuestras queridas rosas siguen esparciendo sus rojos pétalos para testimoniar las esperanzas e ilusiones que ellas vivieron y nunca podrán morir. Allí, junto a una tapia del cementerio madrileño del Este sigue oliendo a rosas y nadie, nadie, podrá hacernos olvidar uno de los episodios más brutales y salvajes del régimen fascista y genocida que sufrimos 40 años, y cuyos descendientes han seguido gobernando otros 40. Por eso estas muertes viles forma parte de nuestras vidas. El día que no las recordemos, habremos perdido la dignidad y toda esperanza.

Porque trece rosas rojas murieron por todo y por nada€ hoy como ayer seguimos exigiendo la Verdad, Justicia y Reparación que ya sabemos solo pueden venir de la Tercera República, española y valenciana.