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Manda la afición

Aunque el caso de Cristina Cifuentes, la chica de las cremas, parezca ocasional, tuvo un ilustre precedente: el diputado canario Bravo de Laguna al que en 1986 pillaron robando en Mark& Spencer, Londres, un pijama y un ambientador, no hay nada como dormir calentito y entre delicados aromas. Bravo de Laguna que, por cierto, es periodista, había sido subsecretario de Presupuesto y -¡glubs! - de Gasto Público del ministerio de Hacienda. Aunque empezó en UCD y siguió en el Partido Liberal, se recicló con éxito en el PP. Adaptación: una vez que la naturaleza ha creado un diseño tan efectivo como las fauces del cocodrilo, conserva la innovación a través de las edades.

Tampoco conviene flagelarse en exceso por lo que parece la apoteosis de la cleptomanía nacional. A los políticos franceses se les amontonaron de tal manera los chanchullos y descuidos que, para no ir todos a la cárcel como en la película de Berlanga, hubieron de escanciarse dos amnistías, para ellos solos. Quiero decir que lo de menos es la crema, el pijama o el máster hallado en una tómbola, el asunto de la mandanga es que tenemos a una futura población reclusa que en vez de ejercer la potestas para la que fueron elegidos o nombrados, se dedica a ir de putas con tarjeta oficial o a cambiarse cromos: tu me regalas un título sonoro y yo te amplifico tus tenderetes universitarios. Alta Fidelidad.

El caso de Rodrigo Rato es diferente. No dejó el FMI por amor, como suponíamos las doncellas de pecho anhelante, sino porque la UCO ya se interesaba en esas cuentas opacas en las que el señor Rato tiene metidos sus ahorrillos, unos siete millones de euros. Calderilla al lado de los más de 400 que su sucesora Christine Lagarde puso en manos de Bernard Tapie, el empresario futbolero, a modo de generosa indemnización. Tan generosa que los jueces concluyeron que no podía condenar a Lagarde porque era «persona de mucha relevancia», o sea porque la afición demandaba la indulgencia judicial, como en los delitos fiscales de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Manda la afición.

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