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Conversaciones normales

Viajando con la pereza propia de estos días de una región a otra de Internet, doy con un foro en el que se discute sobre la duración de las bombonas de butano. Hay un tipo al que le duran un mes y otro al que le duran tres. Se establece entre ellos una competición por ver quién es más limpio. Un tercer interviniente critica el exceso de higiene, responsable, según él, de la mayoría de las alergias actuales.

-Ducharse todos los días -dice- es malo para el cuerpo porque produce dermatitis y malo para el medio ambiente porque se gasta el agua.

Yo permanezco en silencio porque he caído ahí por casualidad. El butano no es realmente mi tema, pero me asombra que la gente se meta en la red para hablar de estas cosas a las cuatro de la tarde de un día de verano.

-Y un paquete de arroz, ¿cuánto os dura a vosotros un paquete de arroz? -pregunta ahora un tal Ismael.

El salto del butano al arroz me deja estupefacto. Sospecho que se trata de un foro de hombres procedentes de matrimonios muy tradicionales, que ahora viven solos, y que acaban de descubrir la duración de las cosas. Quizá se trate de un foro privado en el que me he colado sin darme cuenta por unas de esas rendijas que aparecen en la superficie de la seguridad cibernética.

-Yo hago -dice otro llamado Anselmo- arroz blanco para tres días. Cuatro tazas pequeñas. Lo meto en la nevera y lo rehogo con ajo antes de servírmelo. Un paquete me dura un par de semanas.

Durante un rato discuten sobre lo que debe durar un paquete de arroz. Pero de súbito va uno y uno pregunta cuánto dura un catarro.

-O cuánto debe durar -se corrige.

-A mí, el último me duró más que la bombona de butano -contesta Ismael.

-Entonces es alérgico -le responde Antonio-. Toma Ebastel. Ebastel Flash de diez miligramos y se acabó.

El mundo es portentoso. Debería de haber en algún sitio un registro de todas las conversaciones que se consideran normales. Solo para que advirtiéramos su radical anomalía.

Decisiones inéditas

Metí en el congelador una botella de vino blanco, me olvidé de ella y se congeló. Pregunté en internet si me la podía beber, me dijeron que sí y me la bebí. Yo todo se lo pregunto a internet. Ayer mismo le pregunté qué rayos era una metaherramienta y acabé leyendo un artículo sobre el cuervo de Nueva Caledonia, capaz de utilizar algunas herramientas para fabricar otras, que es lo que define a la metaherramienta. Cuando preguntas, además de averiguar lo que buscas acabas encontrando lo que no buscabas, que con frecuencia es más interesante. He adquirido con el cuervo de Nueva Caledonia una familiaridad que no estaba en mis planes intelectuales ni afectivos. Cada vez que salgo al campo y veo a un cuervo, aunque sea de aquí, lo veo con unos ojos diferentes. Me ha cambiado la perspectiva sobre estos pájaros y sobre los pájaros en general. Por eso, a todo el que esté dispuesto a escuchar, le animo a que pregunte. La oración interrogativa es uno de los grandes inventos gramaticales de la humanidad. En cierto modo, es una metaherramienta especulativa, puesto que sirve para fabricar otras herramientas de carácter mental.

No hay pregunta que no conduzca a otra. En el instante de cuestionarse el asunto más nimio, el ser humano funda un rosario de interrogantes que le conducirá, si no al estudio de las costumbres del cuervo de Nueva Caledonia, a las consecuencias de la revolución agrícola, por ejemplo. Y yo les aseguro que alguien capaz de hablar con cierto fundamento del paso del cazador-recolector al agricultor estable durante el neolítico, es alguien a quien conviene escuchar, porque al tiempo de contarnos ese paso, está contándonos, como sin darse cuenta, nuestra vida. Todos, a lo largo de nuestro crecimiento, hemos tenido algo de cazadores-recolectores hasta que descubrimos las ventajas de la huerta de tomates y lechugas en el jardín de casa.

La capacidad de preguntar, si lo piensas, es fabulosa, mucho más que la de contestar. Se aprende más preguntando que contestando. Los políticos deberían ir a la tele a preguntar al público en vez de a ser preguntado por él. De este modo, volverían a casa asombrados de lo aprendido y al día siguiente tomarían decisiones inéditas.

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