Los supuestos descubrimiento en los 80 y redescubrimiento en 2015, del valioso yacimiento arqueológico y surtida cápsula del tiempo que son los restos del galeón San José que reposan a 600 metros de profundidad y 20 millas náuticas de Cartagena de Indias (más o menos), han sido tema de todo tipo de estudios o fábulas sobre el supuesto tesoro (oro, plata, esmeraldas y perlas) recogido en Portobelo (Panamá) con destino a la Corona española ostentada por el borbón Felipe V, en guerra con su pariente austria, el archiduque Carlos, por el trono del todavía primer imperio global.

Menos atención han merecido las muchas personas que, a ambos lados de la Mar Océana, se ocuparon de la construcción, utilización y carga del galeón contruido en 1697/1698 en los astilleros de Usurbil, Guipúzcoa; hundido accidentalmente en 1708 por acción de guerra de barcos de la Corona inglesa sobre la plataforma continental de Colombia en el Caribe, entonces del virreinato del Perú.

Escribo estas letras en homenaje, entre otros hombres y mujeres, a los madereros de Navarra que aportaron enormes piezas de roble para la estructura y de pino para el forro del galeón de 38,9 metros de eslora, 11,6 de manga y portas para 70 cañones, según especificaciones de Francisco Antonio Garrote; a los indígenas y esclavos africanos que sacaron el oro de aluviones y minas milenarias en ríos y montañas de los virreinatos del Perú y Nueva España (México), la plata de vetas del Cerro Rico de Potosí o de La Caridad en Sonora, las esmeraldas de Muzo o las perlas de las costas del Río de la Hacha o la isla de Contadora; a los comerciantes que habían acudido a la feria de Portobelo (Panamá) -especial porque entre 1700 y 1706 no sale ninguna flota de Cádiz y el San José permanece amarrado en el puerto con varios intentos fallidos de partida-; a los porteadores y estibadores que cargan el San José, el San Joaquín y los 10 mercantes acompañantes (algunos franceses) con el tesoro acumulado y enseres, agua y víveres para 600 personas entre marineros, soldados y pasajeros/as. ¿Cómo es posible acomodar este pasaje en los 700 m2 (aprox) de las dos cubiertas del galeón? Las mujeres están presentes en todas estas faenas pero en la retaguardia, las cocinas, los costureros y los descansos.

Menciono a tres personas con nombre propio: José Fernández de Santillán, conde de Casa Alegre (Sevilla, 1637 - Cartagena de Indias, 1708); capitán del San José; Manuel de Sentmenat-Oms de Santa Pau y Lanuza, marqués de Castelldosríus (Barcelona, 1651 - Lima, 1710), quien viaja en el galeón con su familia y 30 personas del séquito para seguir a Lima (a lomo de mula), a tomar posesión como 24º virrey del Perú, con la prioritaria misión de dorar el tornaviaje, lo que cumple con creces ¡un catalán al servicio de un borbón!; y Charles Wager (Rochester, 1666 - Chelsea, 1743), comodoro del Expedition, el buque que intenta abordar el San José antes de su explosión. Wager regresa, se dice, con un botín de 60.000 libras tomadas de un mercante apresado pues, al parecer, los españoles reparten la carga también en barcos acompañantes. ¿Qué minerales llevaba realmente el San José?. Wager es investido Caballero en 1709 y nombrado Primer Lord del Almirantazgo en 1733 hasta su muerte.

Señor presidente de Colombia, D. Iván Duque: Los cazatesoros asesoraron al gobierno del presidente Santos en la elaboración de una normativa (2013) sobre patrimonio sumergido que les permite quedarse con hasta el 50% del rescate; y están ansiosos por destrozar la cápsula para apoderarse de la mitad de los minerales que se encuentren en la misma. Su gobierno ha aplazado, de nuevo, la firma del contrato, hasta el 10 de octubre; pero le ruego escuchar las calificadas voces que desde universidades colombianas y españolas (públicas y privadas), centros internacionales de investigación y protección del patrimonio sumergido y de la ciudadanía iberoamericana -colectivo al que me honra pertenecer-, vienen pidiendo ajustar la Ley 1675 al Convenio de UNESCO (2001) y acordar nuevos términos para el estudio del yacimiento y extracción de los minerales de forma justa -hermanada ha dicho usted- y transparente, en beneficio no de voraces cazatesoros sino de las personas más golpeadas por la violencia y/o por la crisis (2008/2018) en Colombia, España y toda Iberoamérica. Una conferencia a este nivel, con participacipación de políticos, técnicos y ciudadanos, sería escenario idóneo para (salvo coordenadas) conocer y acordar intereses, derechos y metodologías. Usted tiene la palabra, señor presidente.