No estoy en Facebook, no estoy en Twitter, no estoy en Linkedin, más que por nada es así porque es de sospechar que todas las compañías citadas tengan su sede en Estados Unidos. Evidentemente sí dispongo de email y de Whatsapp, lo que significa que Google, Microsoft y Facebook, ya escarban en mis intimidades digitales. Pero, sobre todo, indica que es imposible escapar al espionaje digital por parte del Estado, que dispone de autoridad sobre las grandes compañías. Paradigma del mismo es la recién terminada red de 200 millones de cámaras situadas por toda la geografía de China, que vigilan a cada uno de sus más de mil millones de ciudadanos minuto a minuto, y que ya está funcionando. Pero el cierre categorial de todo este mecanismo empieza a verse con el tratamiento del «big data». Y en ello, Facebook es una compañía maestra.

Hace pocos años que Facebook adquirió Whatsapp, por 11 mil millones de dólares de la época, una compañía cuyo servicio no era un servicio con contraprestación, lo que significa que el interés estaba en la recopilación de datos; obtener todas las conversaciones privadas de millones de usuarios equivale a disponer de una semblanza estadística, altamente exacta, del pensamiento íntimo y verbalizado de más de media humanidad. Con ese tesauro se hacen maravillas manipulativas en el cuerpo social. Facebook, ha revelado recientemente The New York Times, rastrea la información de dos millones de usuarios al mes desde 2012, y con ello se pretende, una vez estudiados los resultados, prever cuándo un usuario determinado se va a casar, cuándo va a tener hijos, o cuándo va a morir alguno de sus amigos. El reconocimiento facial es una de las herramientas principales. A su vez, el micrófono traslada a los ordenadores de Facebook qué series o películas o televisiones ve el usuario, así como de qué habla. Facebook ya es capaz de entrar en la previsión de la fecha de muerte de algunos usuarios, un dato muy futurible y altamente menos previsible que las fechas de nacimiento de los hijos de los usuarios, lo cual da carta de profetismo a la compañía, situándola en el camino del Gran Egregor, del registro de los hechos pasados, presentes y futuros. De forma virtual se reproduce un mito en la forma virtual. Todo lo que se ha sabido, se sabe y se sabrá, está en La Red, a través de algunas de las corporaciones que se han señoreado de la «world wide web».

Hoy día más del 40 por cien del tráfico de Internet es entre las máquinas, automatizadas, sin participación del ser humano. Esto quiere decir que un 40 por cien del contenido de Internet es no-humano. Las máquinas hablan a través de algoritmos, y los algoritmos se introducen en varios campos: financiero, de la salud, en la educación? nos ayudan a encontrar pareja, a reconocer rostros y sus emociones, a buscar trabajo, etc. Todo lo que está en Internet es producto de los algoritmos y está inundándose la misma con algoritmos de autoaprendizaje y autoprogramación. Efectos de los algoritmos descontrolados, han sido, por ejemplo: a) la caída de la moneda británica frente al dólar en octubre de 2016, lo cual ocurrió en el lapso de unos pocos segundos; b) en 2017 Microsoft creó un programa algoritimizado, llamado Tay, para interrelacionar con los usuarios de Twitter, pero algo pasó que Tay empezó a emitir comentarios racistas, a adherirse a las tesis de Hitler y a justificar el Holocausto; c) Cathy O'Neil, especialista de la Universidad de Columbia, explica en su libro Weapons of Math Destruction, que hay algoritmos que controlan los resultados académicos, ordenan los curricula, evalúan a los trabajadores, censan a los votantes y a los votos, deciden sobre las penas de privación de la libertad condicional, etc.; d) cuando vemos que un solo ciberataque, como el que ocurrió en EEUU hace unos meses, donde un proveedor de acceso al sistema de nombres de dominio (DNS), fue llenado de información basura, lo que provocó que durante dos horas no funcionaran Twitter, Spotify, Netflix, Airbnb, SoundCloud, Amazon o el The New York Times, podemos comprobar que todo está estrechamente relacionado y pasa por un «lugar» sensible que puede paralizar las comunicaciones y servicios del planeta. El planeta, en tanto «noosfera» humana ya no es una masa amorfa, sino un conjunto ordenado, con zonas sensibles, que conforman un Ser Superior, con sus partes delicadas, y sus partes robustas, con puntos para hacerle morir como se hace cuando se clava al toro la espada en la cerviz, y con una capa invencible de claves y seguridades cibernéticas que podemos metaforizar con el caparazón de una Tortuga Gigante. Ha nacido el Ser Superior.