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Impostura y hurto

Uno de los puntos cruciales de Galicia está en su misma entrada y se llama Piedrafita do Cebreiro. Casas de piedra, pallozas, una iglesia sin edad (y un Cristo que, según fama, se le apareció a San Francisco de Asís). Continuas remesas de turistas (no los había cuando llegué aquí como peregrino) y frío. Entré en un bar, me abrigué bien y olvidé la bolsa con el móvil sobre un taburete. Cuando regresé, ya había desaparecido la bolsa. Averiguaciones sin fruto y denuncia en la Guardia Civil de Sarria. Bloqueo del teléfono. Bloqueo de la cuenta de Hotmail, la que más uso.

Y días después, vanos intentos de recuperar la cuenta de correo y, por tanto, mi capital de comunicaciones y cartas. Cuestionarios marcianos en los que te preguntan cosas que quizás sabías cuando abriste la cuenta, hace muchos años. Algoritmos, supongo. Una dirección en California, ¡oh!, I was born under the wandering star. Y tantos seres humanos para atenderte como encontrarías en la superficie de Marte. No me extraña que ganen tanto dinero con semejante ahorro en mano de obra y domicilio fiscal en Holanda. Procuro tomarlo con calma: no he abandonado la siesta, pero al despertarme de la de ayer me encuentro con el rastro de media docena de llamadas en el teléfono (ya he comprado otro móvil): no es lo normal en la baja tarde de agosto. Llamo, leo sus mensajes y, cada vez más embalado, me entero que alguien se hace pasar por mi en la famosa cuenta a la que no me dejan entrar.

Llamadas a los amigos, whasapitos y avisos. El impostor, que escribe incluso peor que yo, pero sin ese toque personal que me caracteriza, se dirige a toda mi libreta de direcciones con una pretensión universal: trincar pasta. Dice que él es yo (esto ya parece de Phil K. Dick) y que estoy en Burkina Fasso sin dinero para pagar el hotel y el avión. Nueva visita a la Guardia Civil, esta vez al puesto de Oleiros, y otra denuncia que añade la impostura al hurto. Si leen esto, ni se les ocurra darles un céntimo. No estoy en Bukina Fasso, sino en la cuarta de Levante-EMV. La atención de la Benemérita, profesional, impecable.

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