Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Como una actinia

Cerca del súper de mi barrio se instala un mendigo. Lleva un carrito con sus cosas y sólo dice «Hola, hola!» en el momento de extender la mano con la rapidez de una actinia, ese bicho acuático -supongo que es bicho- que tiene tentáculos con boca que pueden alargar, en una acción fulgurante, o replegar con la misma rapidez, una vez atrapado, o perdido, el alimento. El mendigo es moreno, pero no mulato ni andino, tal vez un rumano requemado, la intemperie ofrece muchas posibilidades de redefinir la tez y toda la pobreza es parda aunque ese pobre puede que tenga más rubios en su linaje que Grace Kelly.

La imagen de la actinia me atrapa también a mi, camino del quiosco y de la oficina de Correos, lo que no es de extrañar porque el paso de los peatones ante el mendigo tiene algo acuático, un ritmo sonámbulo que continúa, después, dentro del súper o se impone a los viandantes de las dos aceras de la calle. En algún momento me he vuelto a ver si emitían burbujas. Se diría que esa lentitud submarina es tanto mayor cuando más grande sea la capa de realidad acumulada sobre el buceador. Pura barimetría. Los ahogados de Libia, de Mali, de Eritrea, pertenecen, aunque no lo sepamos, a nuestro gremio sólo que ellos sufrieron un accidente de sobrecarga bárica. O de descompresión, que se produce cuando el mendigo tiene la osadía de gastarse nuestra limosna en vino.

De todos modos, el moreno del súper no se ahogó. Deberíamos alegrarnos pues. Y contribuir a que no se ahoguen otros. No sé si podemos hacer algo más, supongo que sí, porque me acuerdo, en ese instante, de un pasaje en una novela de Phil K. Dick que me emocionó: un humano y un autómata se hacen confidencias. El humano cuenta que su mujer sufre un cáncer letal, pero que no la piensa abandonar aunque ya no la quiera. «¿Por qué?», pregunta el robot. «Porque la realidad presenta sus propias configuraciones y no queda otra que atenerse a ellas», dice el humano. «Dios le bendiga» le contesta el androide y yo, en verdad, ¿qué puedo añadir? Le preguntaré a Ana G. Obregón que es bióloga.

Compartir el artículo

stats