Como católico hace semanas que estoy dándole vueltas al tema de la pederastia en la Iglesia. Hace pocos días leo en Levante-EMV un «curioso» artículo titulado «Cañizares: radical desconfianza con la Iglesia» en el que el autor cae en los tópicos a los que están acostumbrando a la sociedad, creyente o no. Ambos motivos me han animado a poner negro sobre blanco lo que pienso sobre esa espinosa cuestión.

La pederastia es un delito que no tiene excusa de ningún tipo, ni médico ni moral. Quienes sean declarados culpables por la autoridad competente, deben pagar por su delito; religiosos o laicos, creyentes o no. El propio Jesús dijo «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, más le valdría que le colgasen una piedra de molino y lo arrojasen al fondo del mar» (Mt 18.6). Por tanto, dentro de la Iglesia no hay cabida para ningún pederasta. Ha habido errores en el pasado, una tolerancia «delictiva» que debe ser censurada, pero no hay duda en que jamás ha estado permitido. Benedicto XVI escribió: «Además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa (€) la justicia de Dios nos pide dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia (€)» Francisco ha dicho: «La pederastia es una enfermedad que la Iglesia ha afrontado con retraso. (€) el escándalo del abuso sexual es verdaderamente una ruina terrible para toda la humanidad€ Sentimos vergüenza por los abusos cometidos por ministros sagrados, que deberían ser los más dignos de confianza». Ambos Papas han demostrado y demuestran de forma indubitable estar dispuestos a corregir y poner los medios necesarios para su total erradicación. Como dijo D. Antonio Cañizares: «tolerancia cero». Todos sin excepción debemos a ayudar a que lo consigan.

Ahora bien, colegir que, por este pecado execrable, debe ser condenada toda la Iglesia es injusto. La pederastia no es un problema que afecte solo a la Iglesia católica. Si fuera así, podría asegurarles que, el problema tendría con seguridad una solución rápida. Afecta a todos los estamentos de la sociedad y es la sociedad (Iglesia incluida) quien debe luchar para erradicarla. Hoy está de moda atacar a la Iglesia y sus símbolos, incluso los más sagrados, y vende más una noticia negativa sobre la misma que el trabajo de miles de hombres y mujeres de la Iglesia que trabaja por el bien de los demás. Una moda, por cierto, reaccionaria y tendenciosa.

El autor del artículo referenciado se hace una serie de preguntas que, a mí, político de izquierdas, me ha costado descifrar, aunque no son originales y lamento decirlo. En primer lugar una aclaración: los creyentes, merecemos el mismo respeto (sin adjetivar) que cualquier otro ciudadano, y nuestra Iglesia, el mismo respeto que cualquier otra organización ponderado el número de personas que se declaran católicas, el 70% según el CIS. Hoy y a lo largo de la historia, la Iglesia ha apoyado los avances en ciencia, arte, educación, literatura, etc., decir que es pretecnológica es negar la realidad. Hay miles de ejemplos, hechos y no propaganda que lo atestiguan.

El derecho a la muerte digna, ha sido defendido desde siempre, ¿o es que acaso los primeros hospitales, sanatorios, lazaretos, etc. todos de la Iglesia, pretendían una mala muerte? La Iglesia defiende el derecho a la vida así como apoya la muerte digna. Como dijo un doctor de paliativos «sin dolor no hay persona humana que pida la muerte voluntaria».

La Doctrina Social de la Iglesia, es un compendio precioso para aquellos que quieran saber que opina la Iglesia sobre muchos temas sociales, por ejemplo el trabajo. Difícilmente se podrá encontrar una defensa más cerrada del derecho de los trabajadores a la dignidad y la justicia. Y sólo por poner dos ejemplos recientes, San Juan Pablo II, publicó una encíclica considerada un ejemplo de defensa de los trabajadores. A Francisco lo acusan algunos sectores de Papa rojo, por su defensa de la dignidad y la justicia en el trabajo, y por denunciar las desviaciones que tiene el capitalismo para con la humanidad.

Después, las otras afirmaciones hechas, discúlpenme pero no las he entendido, porque si las entendiera, pueden justificar en demasía la reacción de algunos de nuestros prelados menos modernos. Menos aún he comprendido la referencia gratuita e injusta a D. Antonio Cañizares. La opinión del Arzobispo sobre muchos de los temas aquí tratados, fue emitida en una entrevista radiofónica que le realizamos el pasado 11 de mayo y puede ser escuchada y juzgada por ustedes directamente. Un Cardenal valenciano, cuya trayectoria vital (hechos y no anécdotas) está fuera de toda duda, e incluye la creación de Universidades, hospitales, residencias, colegios y sanatorios, en momentos en los que la sociedad aún no había llegado. Y sigue trabajando en ello. La Iglesia tiene toda la autoridad moral y el conocimiento para defender su doctrina y dar su opinión a los 1.299 millones de personas católicas y a la sociedad en general. Es su derecho y su deber. Ningún tema sustantivo que afecte al hombre le es ajeno.