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Sexo, droga y urnas

Como esos cacos de formación clásica que aprovechan la apertura de las costumbres para desvalijar a los jóvenes que se bañan, hacen el amor en la playa a la luz de la luna y descuidan sus objetos personales (porque no te puedes ir si te quedas, a vigilar, como una virgen prudente), yo también soy muy hacendoso. Antes de escribir el artículo, ya he vaciado el lavaplatos y lo he vuelto a cargar (los trabajos de Sísifo). Aguardar la vida eterna por mi diligencia me parecería excesivo: me conformo con otros diez años de vigor sexual.

La verdad es que todos hemos estado muy trabajadores (todos menos mi amigo Martín Pacheco que se ha dedicado a la actividad «inmoviliaria») por culpa del bulo, anuncio, tímida cogitación o barrunto de elecciones anticipadas, tan anticipadas que agosto no sólo se ha considerado mes de campaña sino que lo ha sido. El presidente Pedro Sánchez aterrizó en el FIB. Albert Rivera (C´s) y Pablo Casado (PP) se han dedicado a arrancar lazos amarillos como estambres de la rosa del azafrán. Mientras, los narcos gallegos, también muy trabajadores, se pasaban del Atlántico al Mediterráneo para traficar con hachís y diversificar la oferta en una correcta estrategia empresarial: la Costa del Costo.

Hasta mis admirados Antoni Puigverd y Sergi Pàmies no han perdonado agosto y han llenado sus columnas en La Vanguardia de lamentos por la fractura de Cataluña que es, justamente, lo contrario de la estrategia del gobierno interino con cara de quedarse (con el centro, si hay): enfriar, enfriar, enfriar. La ley, si no hay más remedio. Y que Quim Torra se hunda solo con sus garritas agraviadas de mister Burns, el de Los Simpsons.

Las cosas han llegado a tal grado de candencia que El Mundo nos informa de divorcios y ayuntamientos en el Palau de la Generalitat Valenciana. No estuvieron tan inquisitivos y averiguadores cuando Zaplana, el sultán de Cartagena, ofrecía material a barullo acerca de supuestas maletas abandonadas en el rellano de la escalera y su propietario desahuciado del nicho, digo del lecho, conyugal, o sea.

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