Ante los recientes acontecimientos vinculados con los saltos a la valla en la ciudad de Ceuta, hemos preferido no posicionarnos con inmediatez, sobre todo cuando nos encontramos ante una situación que no se puede analizar aislada del contexto en el que se produce, sin abordar sus causas y consecuencias, o los datos históricos de esta realidad.

Las noticias que se extienden en estos días parecen vincular los últimos saltos de la valla en Ceuta y las llegadas de pateras a nuestras costas con el efecto llamada generado por la acogida en puerto seguro del Aquarius, como una de las primeras decisiones del Gobierno Socialista en política migratoria, en un intento de generar miedo, inseguridad, sensación de avalancha, como paso previo para dar libertad a actitudes racistas y xenófobas de las que nuestro país se había mantenido al margen.

Los datos desmienten con claridad estos mensajes. En febrero de 2017 entraron por la frontera de Ceuta 850 inmigrantes. El 17 de Febrero saltaron la valla 497 inmigrantes y 72 horas después se produjo otro salto con 350. En 2016 se produjeron tres saltos masivos, octubre 200, noviembre 230 y en diciembre lograron entrar 438. En Melilla se produjo un salto masivo en 2014 con la entrada de 500 inmigrantes. En junio de 2011 fueron unos 140 los extranjeros que llegaron de este modo a Ceuta y en julio de ese otros 288.

Las llegadas de personas inmigrantes a nuestras costas, tampoco es ninguna novedad, se vienen produciendo desde hace más de 18 años de forma constante, como consecuencia de no incidir en sus causas y ante la ausencia de vías seguras de llagada a Europa. Datos que nos dibujan una realidad sostenida en el tiempo, estructural y no coyuntural que no responde a ningún efecto llamada, sino a una situación en el continente africano asfixiante, que obliga a salir, como haríamos cualquiera de nosotros.

En estos dos últimos saltos de la valla en Ceuta se dan dos circunstancias novedosas, una los medios utilizados por las personas inmigrantes, fruto de la desesperación en la que están inmersos. No son personas violentas, sino agobiadas y presionadas. Y la segunda diferencia la respuesta dada por el Gobierno con la devolución en 24 horas a Marruecos de las 116 personas, reactivando un acuerdo de 1992.

Ante los medios utilizados, tenemos que decir con claridad que el uso de cualquier medio violento sobre funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones en los puestos fronterizos de Ceuta o Melilla no puede en modo alguno ser admisible, siquiera en un ejercicio de extrema empatía con las personas inmigrantes, y como tales deben ser condenados.

En la segunda diferencia debemos exigir que el Gobierno garantice el cumplimiento de los derechos humanos, facilitando todas las garantías jurídicas que caracterizan a un Estado de Derecho.

Pero la situación de la política migratoria no puede quedar solo en una foto fija con las llegadas de migrantes a las costas españolas, o saltando la valla en las Ciudades Autónomas, en ese caso corremos el riesgo de tener una imagen incompleta y distorsionada de lo que sería el gran lienzo del fenómeno migratorio.

Vayamos por partes, conviene precisar que, si nos alejamos de ese hecho concreto para tener una perspectiva mayor, de ámbito europeo, las llegadas a costas de migrantes (término que incluye a las personas refugiadas así como las necesitadas de cualquier otro tipo de protección) es el menor en los últimos años. Según la OIM las llegadas por mar en Europa que durante 2015 superaron el millón de personas, han ido descendiendo a 363.504 en 2016 y 171. 635 el año pasado, a 26 de agosto del 2018 se han contabilizado 67.122 llegadas, la mitad de las acaecidas a estas alturas del año pasado.

Tampoco podría hablarse, desde el rigor de los datos, de la existencia de un efecto llamada en 2.018, ya que de las llegadas que se produjeron a las costas españolas en 2.017 más de dos terceras partes tuvieron lugar en el segundo semestre del año, siendo 15.500 las llegadas que se produjeron en ese periodo de las 22.121 totales.

España es uno de los países con menos Resoluciones favorables por millón de habitantes en materia de Asilo y Protección Internacional, con 100 resoluciones favorables por millón de habitantes frente a la media Europea que es de 1.050, lo que describe un país lejos del "papeles para todos".

Según el Eurobarómetro, los encuestados estimaron que la población inmigrante en España es del 23,2% cuando el porcentaje real es del 8´8%, lo que hace patente que la sociedad piensa que hay más inmigrantes de los que realmente residen en España, pero el 71% manifestó que la integración es satisfactoria.

Las muertes de personas cruzando el Mediterráneo es proporcionalmente mayor que en otros años, de hecho a día de hoy han fallecido 1.549 personas, la mitad de las que fallecieron en todo el 2.016, cuando las llegadas a costas son una cuarta que aquel año. Y en eso ha tenido mucho que ver la criminalización y persecución que se ha hecho de la labor de rescate de las ONGs por parte de aquellos que llegaron a definirlas como taxis de migrantes, trivializando el drama que ha hecho del Mediterráneo la ruta migratoria más mortífera del mundo.

Sin embargo la percepción de la ciudadanía a día de hoy, fruto de mensajes que la distorsionan intencionadamente, provocando miedo, es el de un incremento del rechazo al fenómeno migratorio, se habla imprudentemente de una invasión que no existe, de millones de africanos que quieren venir y no podemos acoger, de efecto llamada, de papeles para todos. Se va modificando el discurso político a golpe de opinión pública, todo sea por el voto de hoy, cayendo en el populismo fácil, pero olvidando que cualquier proyecto político que pretenda cimentarse sobre la negación de los derechos humanos a un colectivo concreto no es viable.

Las semillas que sembremos en este campo afectaran a la integración de hoy y mañana.

Creemos que es el momento de impulsar a nivel español y europeo una política valiente en materia de migraciones, que apueste por la integración y se aleje del populismo, de la xenofobia y del racismo. El Gobierno español tiene que decidir si apuesta por ello o si con sus acciones se suma a la peligrosa tendencia de generar un falso miedo en la ciudadanía en relación con los migrantes.

No olvidemos que el miedo provocado hacia los otros y sus diferencias es el gran enemigo del ser humano, es el origen de los peores instintos y nos conduce al proteccionismo, primero colectivo y luego individual. El miedo es una emoción que nos paraliza e imposibilita que veamos con claridad, nos distorsiona la realidad y nos genera inseguridad, buscando enemigos en donde nos los hay y haciendo resurgir los estereotipos y prejuicios, llevándonos hacia la xenofobia y el racismo, dos valores que no nos representan, ni dibujan la España y la Europa que queremos y necesitamos.

No, no estamos ante una crisis migratoria en Europa, sino ante una crisis política y de valores sin precedentes en esta Europa soñada y necesaria.