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Sí al adelanto electoral... pero no aquí

El globo sonda con el que nos hemos entretenido este verano, el posible adelanto de las elecciones autonómicas en la Comunitat Valenciana, va desinflándose rápidamente conforme entramos en septiembre y constatamos lo que ya sabíamos: queda demasiado poco tiempo para los comicios como para justificar un adelanto. Las elecciones están previstas para mayo de 2019, es decir: dentro de menos de nueve meses. Si se adelantasen mañana las elecciones, la votación a lo sumo podría darse en el mes de noviembre, es decir: seis meses antes de la convocatoria prevista. No parece suficiente margen para justificar el adelanto, aunque cabe decir que no es que esto constituya algo excepcional: Felipe González adelantó las elecciones en 1993, y José Luis Rodríguez Zapatero en 2011, para ganar sólo unos meses respecto de las fechas inicialmente previstas.

Es difícil justificar la convocatoria adelantada cuando las elecciones se producirían igualmente unos meses después. Y, sin embargo, estratégicamente podría ser una buena decisión. Por un lado, para la Comunitat Valenciana en su conjunto, que se sumaría al relativamente reducido número de comunidades autónomas que celebran sus elecciones autonómicas fuera de la convocatoria común con las municipales (Andalucía, Galicia, País Vasco, Cataluña y Asturias, si bien en este caso sólo en una ocasión). Esta dinámica permitiría centrar el debate electoral en las cuestiones específicas del marco autonómico, y también sería una vía para visibilizar a los ojos del conjunto de España la política valenciana, sus temas de debate y los problemas de la Comunitat.

Por otro lado, el adelanto parece interesar al PSPV por una cuestión demoscópica: las encuestas les dan buenos resultados (que garantizarían la reedición del Botànic y la preeminencia de los socialistas). Y también subyace otra cuestión, en realidad la más importante para el PSPV: el efecto arrastre del Gobierno de Pedro Sánchez, que ahora ayuda, tal vez en un futuro próximo se convierta en un lastre.

Probablemente no se vaya a producir dicho adelanto, a pesar de sus ventajas, por la falta de costumbre y por miedo a dar un paso en falso. Pero sí que querría detenerme brevemente en constatar que uno de los motivos que apoyan la opción de adelantar las elecciones en la Comunitat Valenciana es el peligro de que el Gobierno de Sánchez se desinfle en los próximos meses. Lo cual podría afectar a los partidos que apoyan al actual Consell, en el contexto de unas elecciones que serán leídas por muchos votantes en clave nacional, como serán las de mayo; sobre todo, si coinciden con los comicios europeos.

Pedro Sánchez sorprendió con el éxito de su moción de censura y después con su Consejo de Ministros. También ha adoptado algunas iniciativas, como la exhumación de Franco, que tienen la virtud de arrinconar a sus adversarios conservadores. Pero, conforme pasan las semanas, se constata lo que ya sabíamos: con tan pocos apoyos parlamentarios, es difícil hacer mucho, o al menos hacerlo bien (y no a golpe de decreto ley). Si a ello unimos las incertidumbres de la economía y el problema catalán, tenemos un escenario en el que resulta fácil quemarse. Tampoco da la sensación, sinceramente, de que el Ejecutivo socialista tenga un plan de acción perfectamente diseñado, un programa de Gobierno al que atenerse. Entre otras cosas, por cómo ha llegado al Gobierno y porque las mencionadas insuficiencias parlamentarias le dificultarán sobremanera poder aplicarlo.

Dadas las circunstancias, se me escapa el motivo por el cual Pedro Sánchez quiera agotar la legislatura en situación precaria, en lugar de adelantar las elecciones y beneficiarse ahora de los réditos que previsiblemente le darían la novedad de su figura y su Gobierno y el contraste con el de Mariano Rajoy, agotado mucho antes de que la moción de censura le diera el finiquito. A menos que estar en el poder sea un fin en sí mismo para permanecer lo máximo posible, aunque no se pueda hacer nada más que permanecer. En cuyo caso, forzoso es reconocerlo, Sánchez nos habría salido muy rajoyista: meses y meses ahí, sin hacer nada, más allá de amagar con desenterrar a Franco.

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