«Encara ho recorde, fou ahir/-embolcallats amb la sentor de tarongina/vora la nostra mar, ajaguts a la sorra-/que vàrem fer signes d´amor a la nostra terra€». Joan Riera (´Anthology of Valencian Realist Poetry´, 1966)

el País Valenciano es, quizás, el único que abre curso político y económico en un ágape congresual, con pretensiones de eficacia, al borde lacustre de una barraca. Al mes de agosto llegan exhaustos, de batallar sin cuartel, entre embajadores y cónsules, tras el intenso peregrinar por los mares asiáticos y la estepa canadiense. Donde Bombardier ensambla sus pájaros de acero, que disponen de alas valencianas para cruzar el Atlántico.

Volar y aterrizar. En la procelosa frontera entre la veleidad política y el pragmatismo empresarial, los cónclaves se han sucedido en torno a representantes de los partidos del Botànic, Baldoví incluido, ahora en disposición de gobierno y aquellos de la oposición que llevan desde septiembre de 2015 ansiosos por recuperar poltronas y púlpitos que les permitan cercenar las testas de los intrusos. Oltra, Soler, Climent, Illueca, Ferrando, Ribó o Puig. Del radio de acción de la huerta a los «aiguamolls del llac». Desde la literatura de Vicente Blasco Ibáñez -excelso republicano, brillante escritor y fallido empresario- ¿qué asunto se resiste, protegido por hojas de parra o en el umbráculo de la barraca, frente al arrozal? La barraca inspiró la novela capital de Blasco y los versos paradigmáticos de Teodor Llorente i Olivares. Asiduo a las prisiones monárquicas, el primero y el segundo, laureado vate conservador. Respetuosos entre sí e ignorados en su esencia.

Sin rumbo. Con este ánimo se convoca a empresarios y personajes públicos ante un nuevo período escolar. Iniciar las clases importa pero aún conviene más perseverar y trabajar con provecho. Quienes están atentos, ven que la patronal catalana Foment del Treball ventea la posible candidatura de su presidente, Joaquim Gay de Montellà, para suceder a otro catalán, Juan Rosell, en la cima de CEOE. Cúspide de las patronales y núcleo duro de la derecha española. Las Cámaras de Comercio españolas las regenta José Luis Bonet, otro catalán de Freixenet.

Visibilidad. Ocurre cuando se pasa revista a la nómina de quienes ocupan puestos relevantes en el complejo influyente de la Moncloa. Ni con Mariano Rajoy ni tampoco ahora con Pedro Sánchez, los valencianos han podido situarse con una representación, digna y lógica, donde fluye la materia gris para redactar el Boletín Oficial del Estado. Lo que importa. No pintamos nada. Mucho menos de lo que debiéramos y merecemos. En ambas épocas son Isabel Bonig, del PP, por el momento, y Ximo Puig, por el PSOE -eclipsado por su correligionario José Luis Ábalos- quienes han de tentar sus ropas y entonar un profundo mea culpa. El País Valenciano sigue opaco y sin capacidad de influir en la esfera económica, empresarial, cultural y política. Será que no sabemos jugar adecuadamente nuestras bazas. ¿Qué haremos si el director de Conexus, oficina de la Generalitat Valenciana en Madrid, Manuel Broseta, encabeza la lista del PP al Ayuntamiento de València? ¿Lo invitaría José Vicente Morata a la barraca? ¿O con más motivo si lo acompañara el cristiano Vicente Garrido?

Influir. En el campo empresarial, Catalunya, tierra maldita y cuestionada, sigue influyendo y situando sus peones en sitios clave. Es la única demarcación autonómica que ha conseguido mantener separadas las organizaciones empresariales que representan a las pequeñas y a las grandes empresas -Pimec y Foment. En confluencia, un sinfín de entidades económico-empresariales que potencian el entramado económico catalán que brilla con luz propia. Gay de Montellà por Foment y el incombustible Josep González por Pimec, son veteranos alfiles al servicio de los intereses económico-empresariales y de Catalunya. Según lo previsto, el futuro presidente de Foment será Josep Sánchez-Llibre, carismático nacionalista de la extinta CiU, con mando en plaza en Madrid.

Alinearse. ¿Los representantes de los empresarios valencianos, con quién se alinearían en el fragor de la confrontación de las grandes zonas de poder? La CEV de Salvador Navarro, máximo referente de los empresas autóctonas, se inclina por el vasco Antonio Garamendi, de Guetxo, que tiene los parabienes de los intereses centralistas, maltrechos tras la caída de la camarilla de Gerardo Díaz Ferrán, Gonzalo Pascual , Arturo Fernández, Fernández Norniella, Rodrigo Rato o Miguel Blesa.

Sin apoyarse en barracas y cuchipandas, Gay de Montellà y González han publicado sendos artículos de calado, sabiendo de dónde vienen y adónde van. Joaquim Gay sobre ´Catalunya, una oportunidad para las empresas´ y Josep González, de lo mucho que importa diferenciar entre pequeñas y grandes empresas: ´Pequeños y grandes´. El 95 % de las empresas valencianas son pequeñas y sus intereses son diferentes a los de las grandes. Según los técnicos de Hacienda, el 72 % del fraude fiscal empresarial se genera desde las grandes unidades de negocio. Los grandes se resisten a tributar más. ¿Quién lo hará?