Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Escucha tus emociones

Es cierto que llevar a cabo hábitos saludables para mantener una buena salud física debe ser una de nuestras prioridades en la vida. Pero no debemos subestimar a la salud mental. Seguramente conocerás algún caso de personas con determinada enfermedad física que, con el tiempo, han aceptado y aprendido a vivir con ella logrando llevar una vida satisfactoria. Personas con hipertensión, diabetes u otras enfermedades que no se dan por vencidas y que, a pesar de los altos y bajos que supone el tratamiento, adoptan una actitud optimista y logran disfrutar de la vida. Sin embargo, a personas que enfocan su atención únicamente a la parte que no funciona, a personas que utilizan un pensamiento catastrofista creando montañas donde solo hay granos de arena, a personas con mentalidad inflexible y poco tolerantes que no barajan más alternativas que la suya propia... A estas personas de muy poco les va a servir tener salud física en cuanto a felicidad.

Lo cierto es que no existen emociones negativas. Toda emoción tiene su función aunque unas sean más incómodas que otras. Si en lugar de huir de nuestras emociones e intentar hacerlas callar, escuchamos que nos quieren decir, podremos identificar, con mayor facilidad, lo que no está funcionando para así darle una solución, o simplemente gestionarla para que no gane peso.

1. La ira: Cuando aparece esa emoción incontrolable, desmesurada, que sientes que te come por dentro, es porque en ese momento estás interpretando que la situación que estás viviendo es amenazante o hiriente para ti, por lo que tu cerebro, que siempre intenta protegerte, genera adrenalina, aumenta la frecuencia cardiaca y la presión arterial para que tu cuerpo responda defendiéndose de lo que percibe como un ataque. Muchas veces la ira es causada por problemas reales, pero lo cierto es que perder los papeles no va a solucionar nada, al contrario, hará que te sientas peor. Si sientes esta emoción, en lugar de sabotearte por sentirla, valora que es lo que te hace sentir así para buscar la manera de gestionarlo, poner límites o simplemente apartarlo de tu vida.

2. Miedo: En muchísimas ocasiones, el miedo se convierte en nuestro peor enemigo a pesar de estar diseñado para reaccionar y así protegernos ante un peligro. Es normal tener miedo. Todos lo sentimos. Lo que tenemos que conseguir es que no nos detenga. Aprendemos a tener miedo, muchas veces innecesarios, y sólo saliendo a su encuentro comprobamos que no son tan terribles. Esta emoción aparece porque nuestra mente ha detectado un peligro. Es nuestra función comprobar si dicho peligro es real o fruto de nuestra imaginación. Escondiendo la cabeza bajo la almohada para evitar situaciones que nos causan miedo o ansiedad, lo único que conseguimos es limitarnos cada día.

3. Tristeza: Esta emoción va unida a la pérdida y es necesaria que exista ya que sin ella no le daríamos valor a nada ni a nadie ya que no nos importaría perderlo. Con frecuencia rechazamos esta emoción llegando hasta pedir disculpas por emocionarnos como si de algo vergonzoso o negativo se tratara. No nos permitimos estar triste llegando incluso a justificarnos por ello. La tristeza nos ayuda a conectar con nosotros mismos, nos invita al descanso y a reflexionar, y así unir los puntos en el mapa que a simple vista parecen dispersos. No pasa nada por estar unos días tristes.

Recuerda siempre que si magnificas tus pensamientos, automáticamente se magnifican tus emociones. Si tus pensamientos son exigentes, aparecerá la frustración y junto a ésta, la ira. Aprende a ser tolerante con los demás, entendiendo y aceptando que otros tengan una visión del mundo diferente a la tuya. No son ni mejores ni peores, tan solo diferentes. A la vez, practica la tolerancia contigo mismo y convierte tus exigencias y expectativas en deseos.

Compartir el artículo

stats