Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Camilo José Cela Conde

El interés de Torra en que los políticos presos sigan en la cárcel

Una vez más, el presidente Quim Torra nos hizo una magnífica representación de su obra preferida. Eligió para el discurso que se llamaba "Nuestro momento" un teatro, en plena consecuencia, y repitió el decorado que tantos réditos le proporciona: un lazo amarillo enorme y poco más. Todo el mundo sabe lo que significa ese símbolo: libertad para los presos: presos políticos en su discurso, políticos presos en el del Gobierno del reino. Pues bien, ¿por qué siguen en la cárcel? La Generalitat tiene transferida la gestión de las prisiones. Oriol Junqueras y los demás imputados por la declaración unilateral de independencia están presos en una cárcel de Cataluña. En pura coherencia con las palabras que a cada instante suelta, el presidente Torra debería abrirles las puertas porque es la Generalitat quien les mantiene detrás de los barrotes. Pero no lo hace y cabe preguntarse por qué. Será que o bien no se atreve o no le interesa. Lo primero es un tanto peregrino porque Torra ya nos ha dejado claro que se atreve a casi cualquier cosa. En su discurso, reiteró que no acataría la sentencia del Tribunal Supremo sobre los encausados por rebelión, desobediencia y malversación de fondos, salvo que fuese absolutoria. El contrasentido es de órdago (¿a santo de qué acatar la sentencia absolutoria que viene de una Justicia a la que no reconoce) pero dejémoslo de lado. Imaginemos que se les condena a penas de cárcel superiores al tiempo que llevan en la cárcel. Si el presidente de la Generalitat no acata la sentencia, cabe imaginar que liberará a sus presos (son suyos, están en sus cárceles) de inmediato. Pero ¿qué sentido tiene esperar la decisión de un tribunal cuya autoridad niega? Los presos a la calle, ya. No espere más, presidente. Salvo que semejante acto de soberanía de los de verdad no le convenga. De hecho, desde la época del plañidero Pujol la estrategia del soberanismo ha consistido en tensar siempre la cuerda pero poniendo mucho cuidado en que no se rompa. Tanto es así que Puigdemont, tras proclamar la independencia, la suspendió de inmediato. Con Junqueras y Turull en la cárcel se pueden pronunciar discursos permanentes decorados llenos de lazos amarillos; si salen del encierro, ya no es posible y dar con otro símbolo tan potente es muy difícil a estas alturas. Así que el momento, nuestro momento, no es el que parece. El pase de magia continuará como antes por muchas amenazas que se pronuncien y por muchos desafíos que se lancen. La estrategia es la que era: seguir por el filo de la navaja del sí pero no. Mantener a la gente ilusionada con el lacito en la solapa o en la blusa. Proclamarse radical en la palabra y calculador en el acto. Sabido es que el chantaje desaparece en el mismo momento en que se ejecuta la amenaza. Dejemos a los presos en la cárcel, que allí nos sirven de mucho más.

Compartir el artículo

stats