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Matías Vallés

Sánchez le firma un máster a Casado

Si un gobernante tiene el coraje de destituir a un ministro a una semana de su nombramiento, no le tiembla el pulso para sacudirse a otro cien días después. En especial cuando Pedro Sánchez sabe que Carmen Montón solo ha protagonizado una versión rebajada del máster que se inventó Pablo Casado.

En su sacrificio de dama, Sánchez no se ha limitado a mostrarle el camino al presidente del PP, y presunto falsificador de titulaciones con imputación judicial al respecto. El presidente del Gobierno ha desoído a quienes le comentaban que no encontrará enemigo más asequible que Casado, a quien la propia derecha ejecutará gustosa si fracasa en Andalucía.

El presidente del Gobierno ha preferido comunicarle en persona a Casado que no le queda otro remedio que mejorar sus fabulaciones académicas, o compartir el destino de la ministra de Sanidad. Los políticos de diferentes partidos que se dejaron corromper por la Universidad Rey Juan Carlos merecen la misma titulación y destitución.

Sánchez le ha firmado un máster a Casado. Sobre todo, el ejecutivo le ha cursado un título académico al Tribunal Supremo. Dada la racial trayectoria reciente de la institución que antaño se dedicaba a administrar justicia en vez de política, nadie puede descartar que los magistrados decidieran sacar en hombros al presidente del PP, dejando en agua de borrajas la extraordinaria instrucción llevada a cabo por la jueza Carmen Rodríguez Medel, en cuyo currículum figura una asesoría del ministro ultraconservador Catalá.

Aunque su pésima actuación académica ha sido armada para cobrarse piezas mayores, Montón merece al menos unos párrafos en el recuento de su caída. Se intentará no copiarlos de acontecimientos anteriores, como hizo la ministra fenecida en su trabajo de fin de máster. Sin embargo, cabría reproducir aquí numerosas reflexiones adjudicadas a Cifuentes.

En su adiós, Montón se mostró más noqueada que traumatizada. Más cuidadosa con el lenguaje que Huerta, compartió un despechado "ahí os quedáis, y vosotros os lo perdéis". En un arranque de humanidad, procede reconocer las jornadas durísimas que debe haber vivido desde que se destapó el máster regalado a Cifuentes. Un martirio matutino.

"Se ha puesto en cuestión" es una versión abreviada del tsunami que han generado las falsedades de Montón, pero tiene derecho a elegir la fórmula de su tormento. Ha durado diez veces más que Huerta, aunque no los "cien años de trabajo" que reclamó anoche equivocadamente. Se refería sin duda a los cien años de soledad que le aguardan, y que empiezan a contabilizarse ahora mismo.

Montón ha suspendido el breve cursillo que ha realizado en defensa de sus dudosos estudios. Si un máster no sirve ni para explicar públicamente su contenido y desarrollo, ¿para qué sirve un máster?

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