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Javier Cuervo

¡Qué mal momento!

¡No es que sea un mal momento para que dimita la ministra de Sanidad, dos horas después de que su presidente la apoyase, es que era un mal momento para poner en duda el máster de Carmen Montón! Septiembre es el mes de engordar los currículos como mayo es el de adelgazar los cuerpos. Unas veces el objetivo es entrar en el bikini y, otras veces, en plantilla.

Señalemos a la ministra y a las maestrías, imprescindibles para tener la formación que exige el mercado de trabajo, aunque la mayor parte de los contratados lo sean por debajo de su capacitación y aunque la forma más segura de conseguir empleo en España siga siendo tener un conocido en una empresa.

Los másteres enseñan, sí, pero también han sido una forma de privatización de la enseñanza -incluso en la universidad pública- explotada principalmente por los bancos que ofrecen créditos a la formación y afilada por los recortes en becas que propiciaron la crisis y su administración por un gobierno de derechas. En el acceso de la universidad al mercado se ha dado un fraude, hasta ahora inédito: el regalo de titulaciones a políticos jóvenes con crecederas, a los que la parte más oficial de la sociedad exige buenos currículos.

La ministra hizo un máster en la neociencia que tiene como objeto al sujeto femenino desde una perspectiva de género frente a la visión del heteropatriarcado. Por culpa del programa informático se matriculó tarde en este curso presencial que fue semiausencial.

Lo peor, a dimisión presentada, fue ese tono severo y esa mirada a cámara con la que proclamó en rueda de prensa "no todos somos iguales", creó un silencio dramático y repitió, acusadora, "no todos somos iguales", porque muestra que es igual a muchos caraduras ya conocidos.

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