Tengo un amigo que era un hacha copiando. Capaz de escribir la Biblia en un papel de librito (y entender lo que ponía), iba a los exámenes cargado de chuletas escondidas en los bolsillos, en el cinto, debajo de los sobacos, en los puños de la camisa, en los pliegues de la bufanda?Una figura. Y llevaba una chuleta de chuletas, un índice bien detallado para saber en qué lugar de su cuerpo estaba tal o cual tema. En resumen: aprobaba siempre, aunque no sacara grandes notas. Cuando se cansó de tirarse horas y horas chuleteando, dejó los estudios. Aprobó una oposición facilita y Santas Pascuas. El tipo no ha llegado muy alto, pero ha vivido feliz y despreocupado. Hasta ahora. Desde que empezó el lío de los másteres y las tesis y a todo el mundo le ha dado por revisar y revisar y cotejar y cotejar, el pobre ya no duerme tranquilo.

-¿Y si descubren que copié en el bachillerato, en la reválida de 4º, en la de 6º y hasta en el teórico del carnet de conducir? Se me puede caer el pelo con carácter retroactivo y exigirme daños y perjuicios al Estado, a la familia, al municipio y al sindicato. ¡Vaya vejez que me espera!

-Hombre, no será para tanto. Hasta que lleguen a ti, fíjate los millones de personas que hay delante. No van a empezar por los que hicimos el bachiller en el Claudio Moyano en la década de los 60. Además, tú no eres importante, ni te apellidas Cifuentes, ni Casado, ni Sánchez, ni Rivera?

-Bueno, bueno, no te fíes. Al paso que va la burra, nos pilla pronto. ¿No ves que cada hora salen ya diez o doce peticiones de revisión? Antes de Semana Santa, me toca, seguro.

Lo dejo con sus temores y preocupaciones y me topo con otro conocido. Viene nervioso, esblanquinado y con la mirada gacha. Me cuenta que en el parvulario, lo que ahora llaman guardería, le dieron un premio (un álbum sin cromos) por ser el que mejor presentó un barco hecho con palillos mientras sonaba la famosa melodía "Mi padre tiene un barco, mecachis en la mar". Efectivamente, el bajel lo había construido su padre, pero lo exhibió él y a él le dieron el premio.

-Estoy cagado; si descubren que fue mi papá quien hizo el barco, me pueden crucificar. Se hundirá mi prestigio, empezarán a desconfiar de mis notas, de mi carrera profesional, de mis conocimientos. Creo que ya hay gente que me mira por la calle y me señala como diciendo: "Ahí va ese que ganó un premio con un barco que le había hecho su padre".

Me fue imposible calmarlo. Lógico. Ve uno la tele, oye la radio, lee los periódicos y ya solo aparecen los másteres, las tesis doctorales, las acusaciones de plagio de todos contra todos. Hasta lo de Cataluña ha perdido fuerza y presencia. Hay una epidemia de revisionitis, una plaga de fiscalización de exámenes y trabajos pasados, presentes y hasta futuros. Así que el personal anda histérico buscando por baldas, cajones, trasteros y sobraos los apuntes de Geometría, los tests de Filosofía, las manualidades con plastilina, los recortables de cartón, los cuadernos para colorear con pinturas Alpine y demás reliquias que ya creíamos olvidadas en la feliz infancia. ¿Y si alguna no la hicimos nosotros sino que la copiamos o nos la hizo el hermano mayor? Con la que está cayendo, mejor no pensarlo.

Está España como para andar revisando exámenes, lo oí decir a alguien hace un par de días. Pues, sí, el país no está para eso, pero últimamente no hacemos otra cosa. Y ya no valen ni las constataciones, ni las pruebas más o menos irrefutables, ni la exposición pública del documento solicitado (quien lo haya expuesto, claro). Ahora hay que dar diez o doce ruedas de prensa, comparecer en el Congreso y en el Senado y volver a comparecer las veces que haga falta si alguno no ha quedado satisfecho con las explicaciones. Y así llevamos ya unos cuantos días y la tormenta no amaina. Cayó la ministra de Sanidad, se ha montado la que se ha montado con la tesis de Pedro Sánchez ¿entenderán muchos de sus detractores y defensores algo de 360 páginas sobre Diplomacia económica?), Pablo Casado está cada vez más rodeado por su máster, sus convalidaciones y su trabajo que no acaba de aparecer, Rivera no es el doctor en Derecho que figuraba en su página y lo que te rondaré morena, salvo que desaparezcan pruebas como los 5.400 correos borrados en ese Instituto de la Rey Juan Carlos donde empezó el follón. Ya nadie está seguro. Ni con las notas del parvulario.

Le atribuyen al canciller Bismarck, factótum de la unificación de Alemania en el XIX, una frase lapidaria: "España es el país más fuerte del mundo; llevan los españoles 300 años intentando destruirlo y aun no lo han logrado". Y así seguimos.