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Ideologías dañinas. Barbarie cultural en nombre de las religiones

El hilo conductor de este artículo es condenar el proceder de algunos comportamientos que considero no son de recibo. Voy a comenzar el relato con tres ejemplos elocuentes acaecidos en el presente siglo relacionados con la guerra de Siria y que involucran a partidarios de la religión islámica, los musulmanes, término éste que significa "uno que se somete a Alá", por tanto siguen las revelaciones recogidas en el Corán, su libro sagrado.

En el año 2001 salió a la luz una noticia que no dejó a nadie impertérrito por su recalcitrante vandalismo. Invocando el nombre del Islam, los talibanes o sea los "estudiosos del Corán" , una facción fundamentalista islámica sunní de Afganistán, produjeron un atroz atentado cultural: la destrucción de estatuas budistas ubicadas en ese país asiático, datadas del siglo V, así como pinturas murales anexas de edad posterior. Lo hicieron con premeditación y alevosía al declarar la necesidad de destruir dichos monumentos para salvar al pueblo de la idolatría. Llama la atención tal barbarie dado que los musulmanes contemplaron, admiraron y respetaron dichas obras antiguas durante centurias, calificándolas como maravillas artísticas.

En 2015 un nuevo acto de barbarie, promovido ahora por los yihadistas del grupo Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) o Daesh, destruyó una parte importante del patrimonio histórico iraquí. En este caso se trataba de piezas datadas de la época asiria (siglos VIII y VII a. C), cuya acción fue justificada, en nombre de una interpretación radical del Islam, atribuyendo a los pueblos de la antigüedad la adoración de ídolos en vez de a Alá y amparándose en el hecho de que el mismo profeta Mahoma destruyó imágenes cultuales. Horroriza observar la catástrofe, realizada a mazazos, de los tesoros arqueológicos en el museo de la ciudad de Mosul. Del mismo modo, el grupo yihadista arrasó la ciudad arquelógica de Nimrud del siglo XIII a. C., empleando maquinaria pesada.

En octubre del mismo año, la antigua ciudad de Palmira (Siria), donde se concentra gran riqueza arqueológica preislámica del Medio Oriente, fue saqueada también por el ISIS, incluyendo la voladura de un arco de triunfo de más de 2.000 años de antigüedad, torres funerarias, el museo y templos.

No conviene olvidar que la religión islámica practica el aniconismo, rehuyendo de la iconografía de seres divinos y prohibiendo representar figuras humanas en las mezquitas, por lo cual nunca aparece el rostro de Mahoma. Recuérdese el atentado en la sede parisina de la revista Charlie Hebdo por publicar viñetas satíricas sobre el profeta fundador del Islam.

Estos verdaderos "crímenes de guerra" no solo pertenecen al presente, sino que se repitieron a lo largo de la historia de la humanidad; tampoco son privativos de una religión determinada. Durante los siglos IV y V la iglesia cristiana, seguramente llevada por la ignorancia y el fanatismo que imperaba en los albores de la Alta Edad Media, demolió cantidad de obras de arte de la cultura clásica. En opinión del preclaro pensador y doctor de la Iglesia Católica San Agustín debería ser aniquilada la superstición de los que pasaron a la historia con el epíteto de paganos.

La costumbre de demoler obras de arte fue cambiando con los tiempos. En este sentido, mencionar que en el siglo VIII, durante la época del emperador bizantino León III el Isaurio, se adoptó la iconoclasia como política religiosa, decretándose una serie de edictos contra el culto a las efigies que tuvieron el apoyo de un sector del clero. Sin embargo, el rechazo de tales medidas por parte de una mayoría de los teólogos propició que el papa Gregorio III llegase a anatemizar y excomulgar a los iconoclastas.

Por su lado, la Reforma protestante, auspiciada por Lutero y Calvino en el siglo XVI, estimaba asimismo supersticiosa la devoción de imágenes al considerarla una manifestación idólatra, lo que fue refutado en el Concilio de Trento (1545-63) que reiteró la aprobación católica a su veneración.

Es interminable la relación de obras de arte destrozadas en nombre de los principios piadosos. Baste enumerar los iconos desfigurados del templo egipcio de Dentera dedicadas a Hathor, la diosa del amor, el templo Serapeum de Alejandría siglo IV a. C., santuario para el culto del dios Serapis, y el Museión con su gran biblioteca, arrasados por Teófilo, patriarca de Alejandría, las estatuas del Partenón de Atenas del siglo V a. de C o las de la ciudad de Palmira de los siglos I-III.

Durante la colonización americana los conquistadores españoles diezmaron la imaginería azteca y construyeron más de medio centenar de templos católicos sobre estructuras sagradas de los antiguos habitantes en lo que actualmente es Ciudad de México. El proceso de evangelización fue paulatino e incluso está constatado que, en la primera etapa del siglo XVI, los monjes adoctrinaban en los propios teocalis (templos dedicados a deidades aztecas), situados en lugares privilegiados de los barrios prehispánicos. Con posterioridad las edificaciones mexicas fueron derrumbadas y sus materiales reaprovechados para levantar sobre ellas las iglesias de culto cristiano.

Tampoco se libraron de la destrucción obras de la literatura clásica. Tal fue el caso de las acciones que preconizaba el religioso dominico Savonarola en la Florencia del XV, quien en sus célebres "hogueras de las vanidades" promovía el destrozo de objetos de arte y de libros considerados licenciosos.

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