Qué difícil es ser hija o hijo de folclórica, es un hecho probado y constatado por tantos documentos sonoros y gráficos, ofrecidos al público en general desde que nacen. Esa primera portada de «Hola!», ese primer «flash» sobre unos ojos que todavía no ven, otorgan ese título popular del que ya no se podrán desprender jamás, el sacrificio eterno de la ausencia del anonimato€
Chabelita es el último eslabón de una especie en peligro de extinción que ha crecido entre batas de cola, chándales con tacones, espumas de micrófonos y empujones a golpe de objetivo.
Ante semejante panorama que aboca directamente al desequilibrio existen dos opciones: Alejarse del ruido de la fama o bien entrar entrar a «GH VIP». Isabel junior ha optado por lo segundo y lo ha hecho sin pedir permiso a su madre y precisamente esto es lo mejor que le ha podido pasar al «reality» y a la cadena. La leña arde con fuerza después de la llamada telefónica en la que la tonadillera quiso confesarse sobre el drama de tener una hija «millennial» y descentrada, llama que alimenta el contenido y sube la audiencia que no veas porque sus galas triunfan por encima del 20 % de «share»€
Las vicisitudes de este género de vástagos tienden a ser extremas si comparamos con el resto de la humanidad. Su vida parece pasar más deprisa, servida en fascículos o capítulos bien pagados: noviazgos, rupturas, embarazos, más noviazgos, más rupturas y enfrentamientos en general, con la familia o con el resto de la humanidad, qué más da. Es la vida de los demás que tanto gusta consumir a la sociedad en revista de papel o programa rosa. Si tuviésemos que buscar culpables, no serían estos descendientes descarriados. Está cosido en la sociedad, el querer saber de los demás y de los hijos de también, los de la Pantoja o cualquier hijo de vecino€ Porque cómo gusta compartir aquello de «¿sabes lo que le ha pasado a la hija de Conchi la del tercero? ¡Ha dejado a su marido por el del quinto!» Pues eso, que el deporte de comentar la vida en directo gusta€
