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Hay que saber

Siempre fui del parecer de que ante una enfermedad grave, terminal o sin cura, es mejor no saber, por aquello de que ojos que no ven corazón que no siente. Estaba equivocada. Hay que saber, aunque duela, que duele mucho, sobre todo al principio. No concibo nada peor que recibir un diagnóstico de alzhéimer o demencia senil, que es parecido pero no lo mismo. Cáncer, apuntará usted. También, pero en este caso, si se detecta precozmente, hay una alta probabilidad de supervivencia, porque hay curas y hasta medicación específica. Si no se detecta a tiempo, el desenlace suele ser rápido, aunque no indoloro. En el caso del alzhéimer o la demencia senil no hay cura y los desenlaces nunca son rápidos, el sufrimiento es por muchos años y destruye ilusiones, esperanzas, personas y familias. Hay técnicas para detectar la enfermedad que no se utilizan porque ¿para qué, si no hay nada que hacer? Discrepo. El conocimiento consciente da la oportunidad de tomar decisiones necesarias para cuando no seas capaz de hacerlo y evita que otros las tengan que tomar por ti. Te permite poner en orden los asuntos más prosaicos según tu voluntad, como los bienes materiales, algo importante, aunque en esos momentos pueda parecer lo menos relevante. Te da la posibilidad de vivir de otra manera, de cumplir sueños que siempre dejaste para más adelante. Y, sobre todo, te da fuerza para tratar de retrasar lo inevitable, porque, al final, no importa el tiempo que quede, sino cómo logres vivirlo. A partir de ahí, los demás tienen que hacer su parte. La industria farmacéutica debe ponerse en serio a trabajar en la cura del alzhéimer, porque no lo ha hecho hasta ahora y la administración debe crear más centros de día y geriátricos especializados para que los enfermos que tienen esta gran desgracia reciban el trato digno que merecen cuando sean unos ausentes y así no se añada más dolor a las familias.

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