En los últimos días un centro de bajas presiones muy activo ha afectado a diferentes zonas del Mediterráneo, fundamentalmente a Grecia e Italia. Se trata de un sistema ciclónico cuyo nombre, medicane, llama la atención, ya que deriva de la expresión «mediterranean hurricane» (en inglés), lo que teóricamente podríamos traducir como «huracán mediterráneo».

No tengo claro si es un concepto acertado, porque incluso en el propio ámbito de la comunidad meteorológica todavía es tema de discusión y, ciertamente, no se trata de huracanes propiamente dichos, por lo que no podemos compararlos con los auténticos ciclones tropicales que se forman en otras partes del mundo más cálidas que la nuestra. Por su situación geográfica y las características del propio Mediterráneo, las envergaduras no son comparables, a pesar de que los riesgos y daños de los llamados medicanes también son muy notables, como se ha podido comprobar en las últimas horas, ya que los vientos pueden superar los 150 kilómetros por hora.

Al margen de este medicane, que no afecta a España, es inminente un cambio en la situación atmosférica, con un temporal de viento que va a marcar el paso de septiembre a octubre en la fachada mediterránea, donde la calma atmosférica desaparecerá en estas próximas 48 horas. Un anticiclón en el Atlántico, al noroeste de la Península, desplaza su centro este fin de semana hacia el este mientras se profundiza un centro de bajas presiones en la zona del golfo de Génova. Entre ambos generarán un importante flujo de viento que va a afectar en los próximos días a las comunidades bañadas por el Mediterráneo y sus zonas marítimas, en especial a Baleares, Cataluña y la Comunidad Valenciana, con rachas intensas. Se notará un significativo descenso térmico y se espera temporal marítimo en amplias zonas. Un cambio que agitará las aguas del Mediterráneo, donde el oleaje va a ser noticia, y nos va a recordar que ya estamos en pleno otoño.