Las semanas políticas transcurren en los medios con la soporífera parsimonia de las cuentas del rosario de la aurora. Uno no puede ser original al percibir lo que es de dominio público, pero sí sorprenderse como todos con ese calculado goteo de denuncias que «ensucian» a los miembros del Gobierno, fijando la agenda. La cosa empezó con Màxim Huerta (del que entiendo los motivos por los que dimitió, pero todavía no entiendo por qué le fue aceptada la dimisión, ya que pagó la multa que le impuso Hacienda) y, ahora mismo, estamos con los chalés de Pedro Duque, sin que se sepa qué delito cometió, pero sí que tiene dos. Y digo ahora mismo porque todavía no ha estallado la noticia de que la vicepresidenta falsificó la firma de su padre en el boletín de notas del primer trimestre de segundo de BUP. Añadan que la ministra de Justicia Dolores Delgado, en una conversación informal durante una cena informal grabada por 007 Villarejo, licencia para grabar, le llamó «maricón» a Marlaska. ¡Vaya por dios y los misterios gozosos, esto es como una gota «mal haya»! Aquí hay una mano que mece la cuna.

?Y si las cuentas del rosario de la aurora son así, ¿qué decir de los pasos del viacrucis de la corrupción en lo que afectan al «absolutamente inocente» Camps, mandamás del PP en su época gloriosa? Y es que en este valle de los caídos con las manos en la masa, hay heridas que no se cierran. Acababa de reivindicar Pablo Casado «el legado impecable que ha dejado el PP en la Comunidad valenciana», dejándonos a todos tan boquiabiertos como a la Bonig, y va la Audiencia Nacional y reabre las sospechas sobre el absolutamente inocente, dándole así de nuevo la ocasión para afirmar que no hay ni una sola prueba, ni un papel, ni una llamada, ni un villarejo que pruebe que él supiera u ordenara algo o cualquier cosa. ¡Nóos enteráis!

?Ya por la mañana me pegué un susto al leer, aquí en el Levante-EMV, que según un Instituto De Microrregeneración Capilar «la gente demanda el trasplante capilar con el objetivo de volver a ser ellos mismos». De hecho, cuando me miro en el espejo y veo la imagen que me mira, siempre le digo que yo no soy esa que tu te imaginas. Lo que son las cosas: desde las insoportables clases de Metafísica del profesor Rosado, tengo dificultades para ser yo mismo, o no dejar de serlo o llegar a serlo, no te digo ya con «volver a serlo», porque en este regreso al pasado uno no sabe el momento exacto del pretérito imperfecto en el que detenerse. Ya después, por la tarde, acudí al cine D´Or y me senté un par de filas por delante de unas señoras. Al rato, una de ellas me dijo: «Oiga, señor, ¿puede cambiarse de butaca? Miro la pantalla y sólo veo su calva». La cosa me jodió, no sólo porque , sin trasplante capilar, estaba a punto de volver a ser yo mismo, sino porque la señora era una cabrona (o podía llegar a serlo, ya que así no se nace).