Quién iba a decir a los populares valencianos que llegaría un día en el que a falta de siete meses para las elecciones seguiría sin designar al candidato para València, plaza que fue símbolo del PP y orgullo para Génova. Ponerse en la piel de los militantes y presidentes de distrito que a fecha de hoy aún siguen arrimando el hombro en las sedes de la ciudad no es fácil, y menos desde la comida y posterior reunión del 20 de septiembre en la que Isabel Bonig volvió a enterrar cualquier esperanza de avanzar en la candidatura. Por lo tanto, siguen paralizados los trabajos y estrategias políticas, circunscribiéndose todo a la labor en redes sociales. Y así, poco se puede avanzar.

La presidenta del PP continúa empeñada en imponer una candidatura de independientes en la capital, lo cual no deja de ser un bofetón a la militancia. Su apuesta por figuras como la del director de Cáritas, por ejemplo, solo refleja un desconocimiento de lo que lleva entre manos y lo fácil que es influir en ella. En la búsqueda de la democracia cristiana se podría caer en una socialdemocracia alejada de postulados populares.

Pero puestos a buscar independientes, también podría decírsele a Bonig que aplicara su fórmula a la candidatura autonómica. Basta un somero repaso a su corta trayectoria para recordar cómo se abandonó a su suerte a Rita Barberá, la nefasta gestión en el caso Taula, el trato dado a los concejales investigados, el escaso entusiasmo transmitido a las bases, la escisión provocada en el aparato provincial por su choque con Vicente Betoret, los enfrentamientos con Mariano Rajoy o el escaso control de su propio aparato a la hora de asegurase la imparcialidad entre Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría.

La realidad es que una candidatura independiente supondría una felonía para quienes han estado gestionando la oposición popular en el consistorio en unas condiciones difíciles, para quienes han tenido que arremangarse para achicar agua en la nave local con el casco agujereado. Un independiente, en suma, sería humillar a los que aún conservan el carné popular.

El tiempo juzgará. El próximo mayo podría ponerse fin a la travesía en el desierto de los populares valencianos. O no. Líderes del partido son conocedores de que, en estos momentos, la candidatura de Bonig perdería entre cinco y siete diputados, y entre tres y cuatro concejales en la ciudad de València. Podría darse entonces el escenario propicio para refundar el PP valenciano. Un PP libre de ataduras... pero pensando ya en 2023.