Escuchaba emocionado el otro día la nueva versión de la canción de Antonio Vega «Lucha de gigantes», que se ha escogido para la promoción de una campaña de erradicación del hambre en el mundo. Realmente, si nos paramos a pensar, no tenemos vergüenza. Mueren millones de personas al año en el mundo por falta de comida. Y aquí tiramos kilos y kilos de comida a la basura a diario. Qué tristeza, qué impotencia. A comienzos del siglo XXI, cuando hay alimentos suficientes para toda la Humanidad, la erradicación del hambre sigue siendo un objetivo prioritario de las Naciones Unidas. Estamos como hace cincuenta años. Eso sí, con más riqueza en el mundo desarrollado y más pobreza en el resto. Y con hambre. Estos días se ha hecho público un informe que abunda en esta idea del poco remedio que tenemos como Humanidad. Siete millones de personas mueren al año en el mundo por culpa de la contaminación atmosférica. En España, según datos del reciente informe elaborado por el Observatorio DKV de Salud y Medio Ambiente, han fallecido 93.000 personas en la última década por esta causa. La contaminación mata lentamente, agrava dolencias pulmonares, cardiovasculares y neurológicas. Pero mata. Y no hacemos nada, o muy poco, para solucionarlo. Al contrario, nos quejamos cuando se intentan aplicar medidas para restringir el tráfico privado en las ciudades y fomentar el transporte colectivo y el ecológico. O cuando se aplican procedimientos de impacto ambiental para limitar la implantación de actividades contaminantes en el territorio. Pues nada, a seguir. A morir lentamente. Al menos que nos dejen disfrutar en ese tránsito, como última voluntad, de la preciosa canción del genial compositor madrileño.