Dicen que hay colas y más colas en las consultas de los psiquiatras; que no dan abasto; que el personal se ha vuelto majara de un tiempo a esta parte y que la cosa puede ir a peor y derivar en una epidemia de consecuencias incalculables. Una comisión de expertos (siempre hay comisiones de expertos para asuntos así) atribuye esta calamidad al deseo irresistible de la gente de entender la factura de la luz. Les llega el recibo, miran la cantidad total, se desmayan, pierden el conocimiento, viajan en sombras al espacio sideral y, cuando se recuperan, intentan saber causas y motivos de semejante desgracia. E, inocentes ellos, se ponen a repasar la factura, a leer y releer aquellos renglones apretados y llenos de cifras, letras, paréntesis, disposiciones y hasta el sursuncorda. Les vuelve a dar un vahído, esta vez más pronunciado, y caen arranados en el sofá. De ahí a pedir vez en urgencias solo hay un paso; y muy pequeño.

Mientras se pronuncia la citada comisión de expertos, y la cosa llevará su tiempo, los psiquiatras andan un tanto despistados. No se han encontrado con un fenómeno similar desde las épocas de Freud y Jung, y ya ha llovido. Es lógico. No es fácil dar con la clave de un azote mental que afecta a todas las capas de la población, a casi todas las edades, a ancianos, ancianas, hombres, mujeres, niños, niñas y colectivos bis y trans. Posiblemente el origen de la epidemia esté en la referida factura, pero es probable que, en el largo camino que recorre la electricidad desde las turbinas al papel del cobro, hayan surgido complicaciones, añadidos, desviaciones y múltiples factores que, obviamente, será necesario analizar a fondo.

-Eso, eso, que analicen; acabo de oírle decir a un político de IU que han conseguido que no sé qué comisión de mercados y competencias meta mano en el asunto y estudie las razones del aumento del precio de la luz, afirma el señor Pumaceno, que se ilusiona con cualquier cosa.

-Y a estas alturas de la película, ¿hace falta que esa comisión, o lo que sea, se ponga a estudiar los recibos?, ¿no han tenido tiempo antes?, ¿no se le ha ocurrido a nadie hasta ahora?, pregunta don Casiodoro, con ojillos de guasa y expresión escéptica.

-Hombre, tiempo han tenido, pero se ve que no les cuadraba bien, ¡cómo está todo tan liado y han cambiado el Gobierno y andan moviendo energías de acá para allá?!

-No, si disculpas siempre se encuentran y más ahora que se ha puesto de moda el verbo procrastinar, que viene a significar aplazar, diferir, o sea dejar las cosas para mañana, como siempre aquí. Y aquí procrastina todo bicho viviente y más los políticos si no les interesa arreglar un embrollo.

Pues, si, tiene razón don Casiodoro. En esto de la luz se ha procrastinado mucho. Y se sigue procrastinando (¡joder con la palabrita!) demasiado. No hay forma de saber por qué está tan cara la electricidad ni forma de entender las explicaciones que nos dan para adentrarnos en tamaño laberinto. Podría resumirse con la frase "a más luz, menos claridad!. Cada vez que las compañías, el Gobierno o quien sea saca una norma para facilitarnos (o eso dicen) la comprensión de la factura, la complican más. De ahí el derrame de locura que se está extendiendo entre la población.

Y es que por mucho que quieran contarnos milongas la realidad está ahí: la luz sube como si en la cima la esperara un premio gordo; el ciudadano se palpa los bolsillos y mira al cielo a ver si le llega alguna solución (en la tierra ya no la espera); las eléctricas se frotan las manos y lloran y lloran porque aun tienen pérdidas y los gobiernos, hasta ahora, venían a decirnos que no se podía hacer más, que las leyes del mercado, que la competencia, que no llovía, que no había viento para tanto molino?. El Consejo de Ministros aprobó el viernes algunas medidas que pueden (pueden, eh) paliar el problema.

-A ver si nos toca la lotería del bono social y al chico le dejan poner en la casa nueva placas solares sin pagar el impuesto al sol, que con Rajoy no se podía, razona el señor Pumaceno.

-Veremos. Yo ya no me fío de nada y menos cuando hay perras por medio y todo quisqui anda a ver lo que apaña. Y a ver qué sucede con la transición energética, que lo mismo pasa, como decía Groucho Marx, que ascendemos de la nada a las más altas cotas de la miseria, gruñe don Casiododo.

Y en esas estamos. La luz no para de subir. Llega el frío. Necesitamos un profesor particular para entender los recibos eléctricos. Y el que no pueda pagárselo, que tire los papeles a la lumbre? salvo que quiera ir al psiquiatra. Al menos, se calentará un ratito.