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Pero ¡qué forma de superar una crisis!

Con un optimismo que desmienten claramente no sólo quienes diariamente la sufren sino también las estadísticas, hay quienes se esfuerzan en dar la crisis griega por superada.

Se dijo en un principio que las severísimas medidas de austeridad que había que imponer al país - a trabajadores y pensionistas fundamentalmente-, servirían para reducir su gravísimo endeudamiento.

Pero nos encontramos con que si en 2010 la deuda pública griega equivalía al 113 por ciento del Producto Interior Bruto, ocho años más tarde está cerca del 180 por ciento.

En cifras reales, la deuda ha subido en todos estos años de 262.000 millones al inicio de la crisis hasta 323.000 millones de euros, algo difícilmente sostenible, según reconoce el propio FMI.

Pero, como señala la periodista Margarita Tsomou, a lo mejor no se trata de asegurarse de que la situación económica es objetivamente sostenible, sino que basta con declararla como tal.

"El último acuerdo entre Grecia y sus acreedores es como una obra de teatro, cuyo texto se escribió de acuerdo con la relación de fuerzas existente para terminar en el escenario con un acto catártico capaz de tranquilizar a todos" (1).

Ahora, algunos responsables reconocen los errores cometidos, y así Benoît Coeuré, del Banco Central Europeo, declaro al diario francés "Le Figaro" que los recortes demasiado drásticos del gasto público no hicieron sino agravar la situación.

Para Klaus Regling, director del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, las medidas de alivio de la deuda deberían haberse aplicado mucho antes, algo que demandaban tanto el Gobierno de Syriza, los movimientos de solidaridad con el país e incluso muchos economistas.

Aunque tardíos, esos reconocimientos apenas se reflejan, sin embargo, en el acuerdo alcanzado el pasado 21 de junio, que parece seguir la lógica de siempre.

Así, se pretende obligar al Gobierno griego a reducir aún más las pensiones, pese a que sufrieron ya recortes de un 60 por ciento en los últimos años, y se insiste en la necesidad de que el Gobierno continúe su campaña de privatizaciones.

Entre las empresas privatizadas o privatizables figuran la compañía estatal de telecomunicacionies OTE, las eléctricas y gasistas DEI y DEP y los aeropuertos, que pasan a manos de la empresa alemana Fraport.

No es de extrañar en vista de todo ello, escribe Tsomou, que la oposición tanto de derechas como de izquierda al Gobierno de Alexis Tsipras hable de un cuarto memorándum o de un memorándum que no cesa.

Así lo atestigua el hecho de que el país vaya a seguir sometido a la más estrecha supervisión tanto del Mecanismo Europeo de Estabilidad como del Fondo Monetario Internacional.

Vigilancia que continuará durante los próximos treinta años o hasta que Grecia haya devuelvo hasta un 75 por ciento del dinero que debe, lo que se interpreta como un intento de impedir cualquier cambio de política que pueda intranquilizar a los mercados.

Hay quien duda de que la actual coalición entre Syriza y la derechista Anel vaya a aguantar una nueva legislatura porque a los problemas económicos se suma la otra crisis: la de los refugiados.

El reparto de los inmigrantes entre los países de la UE no funciona, Turquía no parece dispuesta a aceptar más devoluciones desde las islas griegas, las fronteras con el Norte de Europa permanecen cerradas y el descontento de los griegos con la situación no deja de crecer.

Tsipras se comprometió a aceptar la devolución a Grecia de los inmigrantes registrados en este país y detenidos luego en Alemania, pero los centros de acogida griegos ya no dan más de sí.

A cambio, Atenas sólo logró la promesa de Berlín de aceptar ciertas reunificaciones entre los refugiados que viven ya legalmente en Alemania y sus parientes en Grecia.

Al mismo tiempo, se permitirá al Gobierno de Syriza reducir el impuesto sobre el valor añadido a las islas más afectadas por la inmigración, gravamen que antes se había visto obligado a aumentar.

Todo ello demuestra el poquísimo margen de maniobra del que dispone un Gobierno que se proclama de izquierdas en una Unión Europea gobernada por políticas claramente neoliberales.

(1) Articulo publicado en "Blätter für deutsche und internationale Politik"-

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