Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Agujas

De la sintaxis de algunos autores se dice que es rabiosa. Luego te acercas a leerlos y compruebas que solo es acelerada. También entre nosotros se confunde la velocidad con el tocino. La rabia, más que al registro escrito, pertenece al oral. A la rabia le viene bien la interjección, el alarido, el escupitajo, porque la rabia elimina el verbo, el sujeto el complemento. Siendo la escritura un vehículo especialmente dotado para canalizar el rencor, resulta preciso someterla a protocolos que lo inhiben. La prosa suelta es diarrea. Para que resulte eficaz hay que embridarla, controlarla, cabalgarla sin contemplaciones, como a un potro rebelde. El párrafo más indócil que quepa imaginar ha de someterse paradójicamente a los dictados de la gramática. No es fácil transgredir los límites de esta disciplina y seguir siendo transitivos. El discurso rabioso exige una incoherencia que al primero que deja fuera de combate es a su autor.

-Pierdes la razón -dicen los padres a los hijos cuando suben el tono por miedo a no tenerla.

Aquí somos dados a subir el tono. Personalmente me vigilo mucho porque he llegado a averiguar que grito para disimular que no sé de lo que hablo. Se puede escribir a gritos como se puede hablar a gritos, en ambos casos con resultados semejantes. Tuve un profesor de Filosofía que nos sacaba de quicio sin levantar la voz. Había en su sigilo una agresividad irresistible. Siempre supe que ese era el modelo que me gustaría dominar, pero llevo dentro una bestia que no me lo permite. Los escritores que mejor me han contado el mundo lo han hecho, sin excepción, en voz baja. No se puede explicar el PIB echando espumarajos por la boca.

Vi en un telediario la noticia de esas fresas a las que alguien había colocado agujas dentro. He ahí una manifestación asintáctica de la rabia. Esa aguja es el alarido, la interjección, el escupitajo sin rastro de pensamiento alguno. Debe de resultar liberador vengarse sin pensar, pero se trata una liberación que te ata a la locura. Con las agujas, en fin, incluso con las de carácter verbal, hay que llevar cuidado. En una de esas, sin darte cuenta, te tragas una fresa (o una frase) saboteada por ti.

Compartir el artículo

stats