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Javier Cuervo

La carrera de obstáculos

Pedro Sánchez fue en coche oficial desde La Moncloa hasta Alcobendas para participar en una carrera de obstáculos que pedía políticas de conciliación familiar al Gobierno y a su presidente, él mismo. Se quiere que los padres tengan tiempo para coincidir con los hijos, darles alguna directriz vital que imitar y compartir un menú que no sea de un euro como el más ultracongelado que descongelado que les sirve el colegio.

La carrera se ha impuesto como forma de protestar en una democracia asentada, es decir, sedentaria. ¡Cuánto más sana es la carrera que la sentada! ¡Cuánto más rápida que la manifestación! Aunque no era su objetivo, las protestas contra el Movimiento quemaban muchas calorías. Había saltos, que como su nombre indica, y carreras entre policías y manifestantes y si el estudiante o el trabajador perdían, se les machacaba, pero no en el gimnasio sino en comisaría.

Si nos ponemos en los playeros del presidente esa carrera, ¿es una protesta contra la mierda de vida de las familias españolas o es la única acción de gobierno a su alcance? Desde Zapatero los socialistas defienden lo obvio si no cuesta dinero y hacen políticas tibias para las consecuencias siempre sin tocar las causas, que son pilares de nuestro modo de vida.

Pedro Sánchez es nuestro primer presidente que sabe inglés y es deportista y le gustan el running reivindicativo y los saltos de obstáculos, como sugiere su día a día. Lo deportivo le hace salir a pedirse cosas en lugar de quedarse sentado en el despacho a recibir malas madres, banqueros tramposos o empresarios defraudadores y tomar medidas de gobierno. Aunque no le falten obstáculos y deba entrenar, esas carreras son para la oposición. Verle en ellas es como verle procesionar en rogativa.

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