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Javier Cuervo

Quitarse del mapa

Se quejaban unos vecinos de Oviedo de los ruidos, olores e incomodidades de tránsito que les provoca vivir en una calle dedicada en monocultivo a la hostelería, donde en cada portal se fríe para una muchedumbre que vocea y tapona la puerta del edificio y del garaje. Unos ambulantes de la calle, que se sumaban al barullo de los tan comerciales bajos, les respondieron que su trabajo gusta a los turistas y promociona la región. No es que los intereses sean tan difíciles de conciliar como el sueño de los vecinos, es que no se entienden. Cuando más promocionen la región, más turistas embarullarán la calle de los bares.

Eso que se expresa como "poner en el mapa" y equivale a lo que en las personas y marcas se enuncia como "que hablen de ti, aunque sea bien" está provocando una reacción en la gente que quiere que la quiten del mapa, que Tripadvisor no les señales con el icono del localizador, esa púa que puntea y puntúa.

Antes había la pretensión de ser pinchado por un alfiler en algunos mapas, pero desde las redes sociales millones de personas alfilerean el mismo mapamundi y se mueven unas a otras. Barcelona, Madrid, Londres, Roma, Venecia tienen dificultades para caber en su mapa sin que la cola doble la esquina de la ciudad. Un algoritmo trabaja en acortar las colas para ver la galería de los Uffizi de Florencia.

Hay ciudades Patrimonio de la Humanidad en las que el patrimonio que hace el turismo impide que los vecinos convivan con una humanidad que da vida de parque temático y cartón piedra a piedras históricas sin trampa ni cartón. Totanés, en Toledo, tiene un crómlech que puede ser el Stonehenge ibérico y les hace soñar con ponerse en el mapa como el pueblo de "Los jueves, milagro" o una febril mina de oro de Klondike.

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