Horas ante de firmar en el libro de oro de Planeta, Santiago Posteguillo estaba dando clases en la UJI. No perdonó ni el día de su entronación literaria. De las aulas, a la alfombra azul (color corporativo de la editorial). Es un obrero de las letras. Mientras se dispersaba el millar de celebridades que habían asistido a otra lección romana del profesor Posteguillo, el autor de Yo, Julia agarraba el trofeo laureado y seguía con el guion de escritor disciplinado. Sereno y seguro explicaba la organización senatorial del imperio romano hasta llegar a Julia Domna. Un camino que trufó con referencias a los Diez negritos de Agatha Christie y a Russell Crowe en Gladiator. Una manera de proclamar que los asuntos imperiales siempre han estado entre nosotros, sino que se le pregunten a los miles de estudiantes que han cursado Derecho romano. Sostiene el autor de Africanus que siempre ha estado interesado en Roma porque es nuestro propio pasado, así que rescatar las aventuras de la emperatriz más poderosa andaba entre sus proyectos.
Se suponía que el Planeta de este año iba a centrarse en historias de mujeres, como así ha sido, pero pocos aventuraban la confluencia entre dos géneros en alza para dar una novela histórica de romanas. Posteguillo es éxito seguro, porque además de escribir muy bien, cuida hasta el más mínimo detalle, desde la exquisita ambientación, hasta los personajes, como hizo con Trajano, al que sus seguidores conocen como si fuera un mandatario del siglo XXI. Entre los políticos que estaban en la cena del lunes, destacó Manuel Valls, el exprimer ministro galo que opta a la alcaldía de Barcelona y que reservó la gala literaria para su primer posado con su nueva pareja.
Los libros nunca han asustado a las elites francesas, allá los leen, aquí se copian. Lo mejor de la noche fue que mientras una considerable parte de la critica literaria fruncía el morro y mostraba su pereza para meterle el diente al premiado novelón, uno de los cámaras que lo vio entrar en la multitudinaria rueda de prensa de medianoche exclamó: «¡Yo ya me he leído seis de Posteguillo!». Era el máximo experto en la sala.
