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La supuesta anomalía española

Se asombraban a veces los extraños de que en España no hubiese un partido claramente de extrema derecha como los que han surgido con fuerza en los países de nuestro entorno.

¿Habrían quedado los españoles vacunados contra los repuntes neofascistas por la larga dictadura de Francisco Franco?, se preguntaban algunos observadores de nuestro acontecer político.

No dejaba en cualquier caso de resultar un tanto extraño que un país en el que la ortodoxia católica y la intransigencia política dominaron el panorama social durante tantos siglos se hubiese vuelto de pronto más tolerante que ningún otro.

Hay quien trababa de explicar al observador extranjero que no hacía falta aquí un partido de ese signo porque quienes así pensaban o sentían podían sentirse arropados por el PP de Manuel Fraga y José María Aznar.

No era que el pensamiento ultra se hubiese de pronto volatilizado entre nosotros. Bastaba rascar un poco en el cerebro de algunos compatriotas para comprobar que la democracia era en ellos sólo un barniz, un simple maquillaje.

Ahora, sin embargo, algunos se han quitado las caretas para proclamar en voz alta lo que en realidad siempre han sentido y tal vez hasta ahora no se habían atrevido a manifestar.

Les ha ayudado sin duda a ello lo que sucede en otras partes: desde los Estados Unidos de Donald Trump hasta la Hungría de Viktor Orbán o, aún más cerca de nosotros, la Francia de Marine Le Pen o la Italia de Matteo Salvini.

Y como en esos y otros países, el primer pretexto es siempre el mismo: una inmigración a la que inmediatamente se asocia a suciedad, delincuencia, promiscuidad y, cómo no, a abuso descarado de nuestro Estado social.

Y ahí tenemos a Vox, un partido que no vacila en proclamar a los cuatro vientos y en medio de un tremolar de banderas y vítores a "España, Una, Grande y Libre, lo que otros sin duda también piensan, pero sólo se atrevían hasta ahora a decir "sotto voce".

Un partido sin complejos, de gentes que llevan con orgullo su españolidad en la solapa y en el bolsillo, y para quienes la socialdemocracia es ya la extrema izquierda y a la gente de Podemos, que sólo quiere "romper España", habría que mandarla directamente a Venezuela.

Aunque, bien mirado, ¿no es lo que opinan también muchos en el principal partido de nuestra derecha? ¿Dónde está la línea divisoria entre uno y otro? ¿No ha expresado también el nuevo líder del PP su "respeto" a Vox, con quien comparte, según dijo, "muchas ideas y principios". Lo dicho: ¡Sin complejos!

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