Y así de justo viene funcionando nuestro avanzado Estado de Derecho, por más que muchos se empeñen pesimistas en sólo reseñar sus disfunciones o desaciertos. Pues así como una golondrina no hace verano, ahora henchidos de auctoritas e independencia -y ya he perdido la cuenta de sentencias justas- le dicen a la Agencia Tributaria que no, que las ayudas públicas que por maternidad o por paternidad nos otorgaron no se pueden gravar, que son una renta si pero que no proviene del trabajo. Lo cual, a fuer de justo, es pura lógica: pues aquí la fuente de la que maná es el hecho feliz per se de la maternidad o la paternidad, ya adoptiva o biológica. Nada que ver con el trabajo. Claro.

Y ahora se plantea a la Agencia Tributaria el lógico dilema: actúa con grandeza devolviendo lo indebidamente cobrado por ello a cerca de 2 millones de españoles o a la manera administrativa tan española de sostenella y no enmendalla se enroca y espera a que le reclamen. Ojalá me equivoque, pero por experiencia creo que al final este será el camino tan latino que adoptará nuestro Gobierno. Ahítas que están, además, las cuentas públicas por más que anuncien que devolverán de oficio lo cobrado de más a las familias, tal vez ello quede a la altura de la promesa sobre la exhumación de los restos de Franco que nos aseguraron que iba a ser en estío y cerca de Todos los Santos aún no se ha producido.