Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Doce millones de pobres (porque quieren)

Doce millones y medio de pobres han escogido libremente en España agarrarse a su indigencia. Entre ellos hay más de un millón de ingenuos que han preferido perder su tiempo y su dinero sacándose una carrera universitaria, un máster o un posgrado. Más de la mitad de la población se las ve y se las desea para llegar a fin de mes. Frente a este ejército de mediocres, un batallón de unas 225.000 personas que amasan una fortuna global de más de medio billón de euros contemplan horrorizadas la falta de perspectiva ante la vida de sus congéneres. Nunca imaginamos lo fácil que es en realidad triunfar; basta decirse a si mismo que funcionará porque yo lo digo. Son las personas de éxito las que han accedido al oráculo de la prosperidad. Tocamos a más de medio centenar de pobres por cada rico; ese dato lo omite el vídeo de un youtuber avispado que un colegio religioso de Madrid ha enseñado a sus alumnos como parte de una actividad educativa y ante el que a una le vienen unas ganas locas de ponerse a adoctrinar en las aulas.

Entre otras perlas, este pseudo coach alienta a cualquier persona con agallas a adoptar los hábitos de un potentado. Desconozco exactamente qué costumbres tienen los millonarios para merecer su estatus. Yo, como la mayoría de la gente, invierto tres cuartos de mi vida trabajando para ganarme el sueldo y procuro calcular mis gastos desde una perspectiva realista, básicamente la de no gastar lo que no tengo. Como mucho, de tarde en tarde, invierto en el cuponazo, así que puede que mi falta de talento para la especulación me haya privado de ascender al olimpo de los pudientes. Pero no me creo en absoluto más miedica que quien exprime al que tiene por debajo para conservar su dinero y su poder.

Cuando era niña me aseguraron que tener estudios te abría las puertas de una vida digna, pero también algunos fantaseaban con la idea de que compartir colegio con gente de un estatus superior les granjearía el acceso a un buen empleo en el futuro, una idea tan antigua y sórdida como la de dar braguetazo. Pero lo cierto es que siempre ha habido ricos y pobres y difícilmente los primeros han permitido a los demás franquear las fronteras de su clase social, con o sin contactos. Ahora, el espacio intermedio entre quien lo tiene todo y el desposeído se ha diluido y por eso nos resulta más difícil ver la pobreza, que no necesariamente implica pasar hambre.

La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social ha presentado un estudio que revela que en España el número de pobres supera en un millón y medio al de hace diez años. La conclusión es que no hemos podido escapar a una de las peores consecuencias de la crisis, la de que cada vez parece más difícil ganarse la vida por los cauces instaurados desde el fin del feudalismo. Y lo peor está por venir, porque, como dice la ministra Nadia Calviño, antes o después nos sobrevendrá otra recesión, lo que significa que lloverá sobre mojado si no ponemos remedio antes. Deberíamos prestar atención a los signos, es decir, a determinados hábitos de quienes manejan el dinero, como, por ejemplo, la inquietud de alguna entidad bancaria, que se ha puesto a temblar ante la posible subida del salario mínimo a 900 euros al mes. O como la pésima calidad de muchas ofertas de empleo y la imparable expansión de contratos efímeros o que no son lo que quieren decir. El fraude en el mercado laboral genera pobres, más leva para las estadísticas de una miseria que nos ocupa a todos, porque antes o después nos exponemos a ella.

No hay que dar pábulo a tanta estupidez como se difunde por las redes, pero ya que hablamos del miedo, diría yo que lo sufre más quien más tiene que perder. Por eso hay pobres, para que otros que no lo son puedan seguir diciéndose que sus antojos funcionan porque ellos así lo quieren.

Compartir el artículo

stats