El partido gobernante en España y Podemos han alcanzado un acuerdo de 20 puntos sobre los presupuestos generales del Estado para 2018. Ahora esperemos -por el bien de todos- que conciten el acuerdo de nacionalistas catalanes y vascos para que obtengan la mayoría del Congreso de los Diputados.

Son 20 medidas de calado para apoyar a la población menos favorecida que ha soportado más crudamente la gran crisis desatada en 2008, de cuya envergadura no podemos olvidarnos por mucho que se nos hable del buen comportamiento de las variables macroeconómicas.

Son unos puntos que dan a los límites expuestos por Bruselas -ya que la oposición ha truncado la posibilidad de beneficiarse de un plus de déficit que nos ofrecía la Unión Europea- unos beneficios en amplios campos de la vida, un oxígeno necesario para esas capas de población más débil, amén de otros aspectos que modernizan nuestra sociedad como es la ley contra la violencia sexual, el límite a los pagos en efectivo y la regulación de la publicidad del juego de azar y las apuestas en línea entre otras.

Pero los presupuestos de los Estados miembros de la Unión se asemejan, como señala Nuccio Ordine, a un «teatro en cuyo escenario se exhiben cotidianamente sobre todo acreedores y deudores. No hay reunión política o cumbre de las altas finanzas en la que la obsesión por los presupuestos no constituya el único punto del orden del día». Además, esa dura austeridad, en vez de sanar al enfermo, lo está debitando cada vez más, olvidándose la causa de las deudas contraídas y los responsables de tanto saqueo y corruptelas.

En este brutal contexto, Ordine nos habla de la utilidad de los saberes inútiles que se contraponen con la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana.

Trasladado a nuestra realidad española y, en concreto, la valenciana, estas menciones parecen de una utopía supina habida cuenta que partimos, en esta comunidad nuestra, de una deuda heredada tras decenas de años de despilfarro y obras desaprovechadas o estériles. Pero los gobiernos del cambio en España y en la Comunitat Valenciana harían bien en pensar, como nos indica el profesor de Literatura italiana en la universidad de Calabria, en la útil inutilidad de la literatura; la lógica del beneficio en el campo de la enseñanza (hay mejoras en la concesión de becas en esos 20 puntos citados y en nuestra Generalitat, mayor atención) la investigación y las actividades culturales en general.

Hay que mostrar satisfacción por el resultado del programa lanzado por la Generalitat para recuperar talento para nuestra tierra (plan contra la fuga de cerebros) y que ha superado la demanda en mucho a la oferta prevista. Ordine subraya la importancia de aquellos valores que no se pueden pesar y medir con instrumentos ajustados para evaluar la quantitas y no la qualitas. Y reivindicar el carácter fundamental de las inversiones que generan retornos no inmediatos y, sobre todo, no monetizables. Entender la utilidad de lo inútil y, sobre todo, la inutilidad de lo útil (pensemos en la cantidad de bienes de consumo innecesarios que se nos venden como útiles e indispensables) es harto complejo.

Pero nuestra clase política tiene la responsabilidad de reflexionar sobre estos extremos y, dando prioridad a lo esencial, no olvidar lo inútil. Mejor nos iría a todos.