Esta semana hemos repetido el sano ejercicio democrático de hacer balance público de la gestión del Govern de la Nau. El debate sobre el estado de la ciudad, espacio por excelencia de rendición de cuentas y participación política y ciudadana creado durante este mandato (y negado durante años por el anterior gobierno), ha ofrecido una visión panorámica de las principales acciones de gobierno del último año y un avance del 2019. Y en mi opinión la valoración es altamente satisfactoria.

Sin ánimo de parecer pretenciosa, me resulta fácil afirmar que hoy València es una ciudad que gestiona mejor sus recursos, como demuestran nuestra salida del plan de ajuste, el ahorro energético o la mayor eficacia en la recaudación de impuestos y sanciones. València también es una ciudad que dedica ahora mucho más presupuesto y personal a políticas sociales (prácticamente cuatro veces más), no únicamente con ayudas, sino con programas de empleo y formación e intervención comunitaria, con la gestión de la valoración de la dependencia y de la Renta Valenciana de Inclusión. Cuestiones que no captan la atención de los medios pero que son vitales para el desarrollo social y económico de las familias y de la ciudad. València es una ciudad más participativa, más verde, más viva y creativa, que siente que las calles le pertenecen un poco más, que ha democratizado el acceso a la cultura, ha puesto en valor sus fiestas populares, su memoria histórica, sus pueblos, su huerta y sus mercados.

Sobre todo, existe una percepción de que València se sitúa en otro mapa, en el que destacan los valores de la solidaridad, la igualdad, la cohesión social, la diversidad, la innovación y la sostenibilidad. Las formas de entender y ejercer la política han cambiado en València. Incluso las entidades de muy diverso espectro ideológico que, legítimamente, trasladan sus críticas y demandas, destacan en el gobierno de Joan Ribó la capacidad de escucha, la empatía y la preocupación e implicación por los problemas reales y cotidianos.

Y en este punto nos encontramos ante tres grandes retos. El primero, como destacó el alcalde con mucha claridad en el debate, hacer posible la reedición de un gobierno progresista y de cambio. Porque queda mucho por hacer. Porque València no se merece volver a la mediocridad, la mala gestión, el clasismo y la intolerancia de la derecha que representa el PP. Como tampoco a la falta de ideas, la demagogia y el sucursalismo de la nueva derecha de Ciudadanos.

El segundo reto para el próximo mandato tiene que ver con la reestructuración profunda de nuestra administración local con el objetivo de hacerla más ágil y eficiente. ¡Cuántas veces hemos expresado durante estos años nuestra desesperación ante la densidad y lentitud de los procesos!

Y el tercero es, como no podía ser de otra manera, la necesidad de una financiación justa para la Comunitat Valenciana y para nuestra ciudad. Gobierne quien gobierne en Madrid, es irrenunciable exigir unos presupuestos generales y unas inversiones que reflejen aquello que legítimamente nos corresponde.