«Viu al voltant de la batalla/oposant el seu cos contra fúries salvatges?/ (El pom de l´alegria no s´alcança/sens tombar cent d´obstacles)». Matilde Llòria (´Altíssim regne´, 1960)

La crisis de presupuestos en España y la problemática del País Valenciano tienen apellido catalán. Durará una generación o dos, pero abrir en canal a Catalunya no es gratis. La petulancia cree que el Estado sólo tiene que esperar, mientras el principal problema que le agobia se pudre. Los contendientes son incapaces de ver más allá de sus conveniencias. La situación se descompone a la carrera. Roderic Gigó, Premi Nacional de Recerca en Catalunya, la responsabiliza del frenazo a los avances en ciencia e investigación y de torpedear la carrera tecnológica. Mientras, caen los indicadores de crecimiento, inversión y desarrollo. Catalunya tardará un lustro en reponerse y España lo pagará. Artur Más y Mariano Rajoy, los primeros en saltar por los aires. ¿De quién es la culpa?

Sangría. Con Catalunya se pierde un 20% de las magnitudes macroeconómicas del Estado que permiten avanzar a España en su economía. Isidro Fainé (CaixaBank) y Josep Oliu (Banc Sabadell) están en ascuas. Factor decisivo dadas las delicadas circunstancias por las que atraviesa el país. Peligran sus perspectivas para superar la crisis económica. Antes de las turbulencias internacionales que propicien el brexit, las ocurrencias de Donald Trump y los coletazos de Rusia, Turquía y Arabia Saudí. Sin olvidar el convulso panorama desde África, a Oriente Medio, e Irán, bajo la supervisión tensa de los países emergentes y China, en su proyecto de potencia asiática dominante.

Latinoamérica. Brasil y Argentina enturbian el mosaico latinoamericano. Desmedida y contraproducente la «gran gesta de la humanidad con financiación privada» (Pablo Casado, dixit) que supuso el hallazgo de América por Cristóbal Colón en 1492. El judío valenciano, Lluís de Santàngel, fue el pagano. El financiero de Vilamarxant prestó dinero al rey Fernando, que no a Isabel. En 1491, su amigo, el rey de Aragón le había salvado de las garras de la Santa Inquisición, tras un proceso similar al que había costado la vida a varios de sus parientes y amigos. Los oriundos de tierras americanas ven hoy -más que una hazaña- la ocupación hispana con abundantes claroscuros y un aporte cultural, que atribuyen al sufrido pueblo español. La ingratitud del reino de Castilla le llevó a apartar a la confederada Corona aragonesa, -que salvó a Santángel- de toda participación en el comercio y gobierno del Nuevo Mundo.

Perplejos. La crisis de Catalunya tiene su epicentro en la confusión. Más que en el conflicto con el Estado. La Comunitat Valenciana no sale de tierra de nadie ante la apertura del año electoral 2019. Ni la financiación, ni el mantra del corredor mediterràneo, ahora desviado por Aragón, sirven para concitar masivas voluntades. El ministro de Fomento, José Luís Ábalos, agita el espantajo del Corredor, sin voluntad política de ejecutarlo. El trazado ferroviario que habría de unir el sur y el "Levante español" -por el camino más corto- con el resto de Europa, no se culminará mientras el futuro de Catalunya sea incierto y una parte de los electores siga en pie de guerra. Los catalanes están perplejos.

Diáspora. Los valencianos siguen aplicados y en silencio. La factura catalana no les saldrá gratis. Lo saben. El Estado español, aunque aparente calma, padece enfermedad crónica de compleja solución. Rajoy caído, el expresident Carles Puigdemont deambulando por Europa; al igual que otros políticos catalanes, Oriol Junqueras -líder de Esquerra Republicana- en prisión sin juicio y el president, en vigor, Quim Torra, dando bandazos que erosionan la autoestima de los catalanes. Sobrevenida la distanciación de los emprendedores catalanes frente a la extinta Convergència (CiU) ¿cuál va ser el papel a desempeñar por el exconvergente Josep Sánchez-Lliure, cuando sea presidente de la patronal Foment del Treball? ¿Será sólo empresario o ejercitará también la política que practicó durante años? ¿Será el encargado de recomponer los trozos que queden de Catalunya? Los catalanes se anticipan cuando la necesidad acucia.

Red y líderes. Los valencianos lo tenemos más crudo. Carecemos de la urdimbre de entidades intermedias de la sociedad capaces de reinventarnos como pueblo desde la libertad. ¿Dónde están los equivalentes a Josep Sánchez-Llibre en Foment del Treball Nacional o al presidente de Pimec, Josep González i Sala, o de la crítica Cecot de Antoni Abad i Pous? ¿La Comunitat Valenciana podrá trascender con unos líderes empresariales incapaces de deslindarse de los vicios autoritarios y corruptos del PP? ¿Cómo van a conseguir credibilidad sin ser independientes? Hay demasiada vinculación tóxica entre patronales, Cámaras de Comercio y las entidades empresariales con los poderes públicos. Por ahí murió el poder financiero valenciano (Bancaja, Banco de Valencia, CAM) No hay independencia sin separar lo público de lo privado. El respeto y la autoridad se consiguen desde la libertad. Con líderes que no dependan de sus cargos para vivir. Tiempo de mercenarios.