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Monarquía y democracia

Escribí en su día, y hubo amigos que me lo reprocharon, que el Rey se había equivocado en el tono del discurso que pronunció hace un año exigiendo "lealtad" a los independentistas catalanes.

Me pareció entonces que sus palabras no iban a contribuir, sino todo lo contrario, a calmar los ánimos y que el monarca debió haber combinado la exigible y natural firmeza en defensa de la unidad con algo más de empatía.

Podía haber hecho, por ejemplo, un gesto que uno cree que se hubiese apreciado más allí, pronunciando algunas palabras en la lengua de Josep Pla o Verdaguer. Gesto que no le habría costado nada.

Con independencia de su autoría, por su dureza, el discurso podía haberlo escrito el equipo del entonces jefe de Gobierno, aquel hombre cuya incapacidad para el diálogo político no había hecho sino enconar el problema catalán.

Aquellas palabras no las han olvidado los independentistas, siempre dados al victimismo, como siguen ésos recordando las aciagas imágenes de violencia policial que dieron la vuelta al mundo.

¿Qué necesidad había de usar en el último momento la violencia contra quienes acudían a las urnas si se sabía que ni nuestro país ni la Unión Europea iba a reconocer el resultado de un referéndum claramente ilegal?

Pues bien, henos aquí un año más tarde con un Gobierno de signo distinto en la Moncloa, sometido a tal presión por una derecha cada vez más intolerante que cree verse obligado a tomar medidas que demuestren su patriotismo.

Me refiero a la decisión que ha adoptado el Consejo de Ministros socialista de recurrir al Tribunal Constitucional la reprobación del Rey por el Parlamento catalán, dominado, como sabemos, por los independentistas.

¿No quedábamos en que fue precisamente la judicialización del problema catalán, en ausencia de respuestas políticas, lo que más contribuyó a enquistar el secular conflicto?

¿A qué vienen ahora esos aspavientos patrióticos sólo porque un Parlamento autonómico manifestase su desaprobación con un discurso real o porque se mostrase partidario de abolir la monarquía por "caduca y antidemocrática"?

No hay que ser independentista, ni tampoco de Podemos ,para confundir la, por otro lado discutible, "inviolabilidad" del monarca, con la imposibilidad de criticar esa institución o a quien ostenta ese cargo en una democracia que se supone no tutelada.

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