No soy filólogo, pero soy valenciano, así que lo uno por lo otro. Investido de esa autoridad indígena y lugareña, aseguraría que el sustantivo «oposición»" viene del verbo «oponerse»" y que oponerse siempre lo es «a algo» o «a alguien, por algo». Por supuesto, uno también puede oponerse «a alguien porque sí» pero en este caso la categoría política ya no es la de «oposición», sino la de «tocapelotas» (si quieren, me perdonan). Dejando la filología política y ateniéndome a la lógica, existe ahí algo semejante: una falacia que consiste en construir un fantasma o ninot, atribuírselo al oponente y obligarle a que lo defienda o a que se defienda. En fin, pasemos a los ejemplos y dejémonos de «tonteorías». En el debate sobre el estado de la ciudad, Fernando Giner (Cs) se «opuso» al Govern de la Nau porque «quieren convertir València en sede de la república independentista». Eso es a todas luces una mentira y una tontería ridícula: aquí Giner no está ejerciendo de oposición, sino de «lo otro», siendo lo otro lo que dije más arriba. En la misma ocasión, el susodicho, siendo el susodicho el señor Giner, afirmó, como premisa falsa, que «El Govern de la Nau ha estado tres años con el España nos roba", siendo lo cierto que nadie lo ha dicho ni una sola vez. (Como Sentandreu, ese Buster Keaton en el Golfus de Roma de la procesión cívica, chillando a viva Vox que «som valencians, no catalans, ni murcians, ni manchegos, ni extremenys...» y esperando el aplauso de los que le aplauden porque no habían caído en la cuestión). Sigo. En el mismo debate sobre la ciudad, Eusebio Monzó (miembro de ese partido que piensa gastarse en Andalucía más dinero en educación que en putas) comete algo semejante, y le añade una guarnición de lenguaje emotivo, que es malísimo para la argumentación. Refiriéndose a Rita Barberá y a la valencianía, afirmó que la exalcaldesa «dio la vida por la ciudad». Yo creo que no es cierto y que confunde «morirse» con «dar la vida», pero aún admitiendo que eso fuera lo que sucedió de ahí no se sigue necesariamente que el sacrificio beneficiara a la ciudad. Yo podría decir, mintiendo, que me dejé o me quemé las pestañas estudiando filosofía. Podría ser cierto, sin que de ahí surgiera ningún beneficio para la filosofía. Como así ha sido, por otra parte; es decir, la parte que me toca.

?Ni me quejo ni me opongo: aquí cabemos todos, sólo es cuestión de apretarse. Tu vas por la calle Colón y aquello es un maremagnum de personal, de bicis, patinetes, taxis, coches, autobuses, farolas, árboles, motos, banquitos y taca-tacas. Echo de menos un servicio de botijos con agua, al lado de los puestos de horchata y castañas y maíz, entre los mendigos con perro y los mendigos con gato. Como somos exuberantes, ahora también podremos apretarnos en los autobuses, compartiendo el espacio con los carros de la compra, los cochecitos con niño o sin niño, las maletas y mochilas y el personal adjunto, más las mascotas con transportín. Yo pienso subir a mi pulpo. ¡Qué exuberantes somos!