Es una pregunta que se hace con frecuencia a quienes se mueven en el mundillo de la meteorología. Hay personas que quieren saber el tiempo que hará dentro de varias semanas en algún lugar concreto, si va a llover y a qué hora lo hará. Internet y la multitud de aplicaciones informáticas disponibles para teléfonos móviles y ordenadores han ayudado a crear la falsa sensación de que es factible saber hora por hora, día por día y semana por semana lo que nos tiene preparado la atmósfera. Algo así como minuto y resultado en una bola de cristal. Va a ser que no: hay mucha gente equivocada, porque la meteorología no es una ciencia exacta y resulta evidente que la demanda social de información meteorológica excede abrumadoramente la capacidad de precisión de las predicciones. Durante el temporal de lluvias intensas de la semana pasada en diferentes puntos de la vertiente mediterránea y comunidades autónomas cercanas, como Aragón, se afinó bastante bien la puntería en las predicciones y los avisos en la mayoría de los casos, aunque no en todos. A veces no se acierta o se hace patente el margen de incertidumbre del que todavía adolecen los modelos de predicción, sobre los que la sociedad haría bien asumiendo que se mueven todavía en el terreno de las probabilidades. La astronomía permite anticipar con exactitud la fecha y hora de los eclipses solares y lunares de los próximos siglos, pero en un sistema caótico como la atmósfera es absurdo creer que puede saberse si lloverá o nevará en Madrid, Valencia, Burgos o cualquier otra ciudad española el próximo 30 de noviembre, por elegir una fecha al azar. El gran avance de la meteorología española en estas últimas décadas reside en que actualmente podemos identificar escenarios y situaciones de riesgo con varios días de antelación, algo que no era factible en tiempos relativamente cercanos de nuestra historia, como por ejemplo el otoño de 1982, en el que se produjeron las catastróficas inundaciones en las cuencas de los ríos Júcar, Cinca y Segre, cuya magnitud no se podía prever en aquella época. Probablemente, con los medios de hoy hubiese sido posible conocer de antemano el peligro de aquellos episodios (aunque no sus consecuencias), ya que en el presente es factible conocer que en zonas geográficas amplias (no en una población específica), una situación meteorológica determinada puede dejar precipitaciones muy intensas o acumulaciones superiores a los 100 o 200 litros por metro cuadrado, lo que era inviable hace tan sólo unas décadas. Pero una cosa es eso y otra que la gente considere viable conocer el tiempo que hará dentro de dos semanas el día de su boda, o incluso plantearse con semejante antelación si el evento se podrá celebrar o no al aire libre. La meteorología es una ciencia, no exacta pero ciencia. Lo otro es ficción, ni siquiera ciencia ficción.