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Hilos de colores

Muy cerca del museo del Prado y en la misma acera, está el Real Jardín Botánico que es casi una institución valenciana en Madrid pues su primer director fue Antoni Josep Cavanilles y el tercero Simón de Rojas Clemente. Allí, en el jardín de flores y plantas que dicen los alemanes, exponen Miquel Barceló, que hace los dibujos y las manchas de color, y su madre, Francisca Artigues, que borda. Como un regalo anticipado de los Magos de Oriente -Mallorca está en el este, ¿no?- la muestra cierra el 6 de enero: no la dejen para el final, es fascinante.

El poder de los hilos de colores, que no sólo definen la silueta de los cabrachos, las salamandras o los pulpos, sino las rayas terribles del tigre, las saetas que atraviesan al mono, las fauces del cocodrilo. Hilos de colores que agrandan y extienden la creación en todas direcciones: el cordón que une a la creadora con la criatura, al devorador y al devorado. Ecología como epifanía. Revelación. Los bichos de este Vivarium, que así se titula la muestra, están todos vinculados, los de arriba y los de abajo, con los hilos con que los entretejió la bordadora.

Me habría quedado un rato más, pero nuestro guía quería ver El marco verde (calle Corredera Alta de San Pablo, 31) una galería que merece visita por sí misma y que anda ensimismada en las artes leves, asequibles y nostálgicas de los ochenta. A la puerta del Parlamento, los periodistas recogen la novedad del día: el derecho al voto de los subnormalitos que son quienes no tienen ninguna responsabilidad en la elección de Donald Trump.

Pero volviendo a Vivarium, es lo más colorista, naif y mironiano de Miquel Barceló, un pintor que, como nuestro Uiso Alemany (ahora en la Fundación Bancaixa), pinta con las manos, con los pies y a pecho descubierto, que se restriega y baña en el material, que embiste, recorta y define con el buril, el martillo neumático y el pincel de pelo de camello, el caso es embestir: «Y hace saltar el hijo del fondo la tierra» (Pablo Neruda). O del mar. Un ajuar doméstico convertido en jardín de monstruos.

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