"No dejes de escribir, lo haces bien y te lo digo yo que de eso sé algo». Esas fueron las primeras palabras que me dirigió Carmen.

Había participado escribiendo un relato en un acto que el Partido Socialista organizaba con motivo del Día contra la violencia de género y como no podría ser de otra manera, allí estaba ella, sentada, prestando atención a lo que decíamos y escuchando cada una de nuestras palabras.

Porque si algo define a Carmen es precisamente eso. Para estar no le hacía falta hablar o protagonizar. Venía porque le apetecía, porque le gustaba, porque en definitiva se lo creía.

A lo largo de estos años he perdido la pista a personas que en otros momentos tuvieron importantes responsabilidades políticas, ausencia que hasta cierto punto comprendo porque sé lo agotadora que es la política y la conveniencia, incluso, de descansar a veces un poco de ella. Pero Carmen era distinta. Aunque no quería seguir en primera línea, eso nunca significó para ella dejar su compromiso político de lado y quizás eso hace que a muchas nos inspirará su presencia, su palabra y su cariño.

Porque ella no lo supo nunca, pero las primeras palabras que me dirigió me animaron a empezar un pequeño blog de relatos y ese cambio fue insignificante en su larga trayectoria de logros y metas alcanzadas, pero para mí sus palabras me cambiaron. Me abrió caminos de exploración personal que ella ya había recorrido y nunca le estaré lo suficientemente agradecida. Sus actos, sus discursos, su trabajo abrieron sus caminos, pero también los nuestros.

Ella llegó donde se propuso, en el ámbito de la política, universitario o de la cultura, rompió todos sus techos pero no se conformó con ello. Siguió luchando no por ella, sino para que todas tuviéramos también la oportunidad de alcanzar nuestras propias metas. Eso significa ser feminista; avanzar para que otras avancen. No parar hasta que avancemos todas.

Quizás el mejor ejemplo nos lo dio el 9 de octubre cuando recibió la Alta Distinción de la Generalitat.

Un momento que muchas y muchos habrían afrontado desde una óptica propia y al que ella aplicó su mirada colectiva. Nos retó a todas con una sonrisa y un sencillo «ahí lo dejo».

Nos dijo que el feminismo debería ser declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y creo que sí, ahí nos dejó la idea, pero sobre todo la responsabilidad colectiva de hacer de nuestras calles, nuestra ciudad y nuestro país un ejemplo que empuje hacia delante el mundo.

No se me ocurre mejor homenaje que lograr que el feminismo, tan de Carmen, tan de todas, tan de toda la humanidad, sea Patrimonio.