El perdón, presente en todas las civilizaciones, culturas y religiones, se ha vuelto a poner de moda. Oímos con frecuencia decir a prebostes, altos cargos y poderosos pillados in fraganti: "Pido perdón y asumo mis responsabilidades". Y decimos: "Mira que bien; esta gente reconoce sus pecados; por algo se empieza". Pero inmediatamente después nos preguntamos: ¿en qué se traduce eso de pedir perdón?, ¿cómo, cuándo y dónde asume este señor sus responsabilidades? Y las respuestas suelen ser poco convincentes, muy etéreas, muy de pasar pronto el mal trago y esperar a que el tiempo lo borre casi todo. Transcurren los días, las semanas, los meses y, a la velocidad que se suceden escándalos y noticias, aquello por lo que un individuo pidió perdón yace ya en el olvido, como si no hubiera ocurrido. Y más si los cercanos al susodicho le dan la espalda y hacen todo lo posible (y lo imposible) por poner tierra por medio y demostrar que no lo conocían de nada.

Veamos, por ejemplo, el caso de don Rodrigo Rato; y pongo el don porque cualquiera le apeaba de este tratamiento, y de otros de mayor rango y prosopopeya, cuando era vicepresidente del gobierno de Aznar, autor del "milagro económico", el todopoderoso ministro de Economía que quitaba y ponía gerifaltes, amigos todos, en las empresas públicas recién privatizadas. Verbigracia: Francisco González, en Argentaria (hoy dentro del BBVA); Manuel Pizarro, en Endesa; Alfonso Cortina, en Repsol; Pablo Isla, en Altadis; César Alierta, en Telefónica; Xavier de Irala, en Iberia€ ¡Cómo para no rendirle pleitesía a don Rodrigo y decirle, igual que la Régula en ´Los santos inocentes´, "a mandar que ´pa´ eso estamos".

Y mantuvo el "don", y más cosas, cuando fue la máxima autoridad del Fondo Monetario Internacional (FMI), nombramiento que llenó de orgullo (o eso nos dijeron) a todo el país. ¡Albricias, por primera vez un español ocupaba tan elevadísimo puesto, nada menos que el superbaranda de la economía mundial! Dimitió sin que aun sepamos por qué. Pero esta tropa siempre cae de pie, como los gatos; así que Rato accedió a la presidencia de Bankia, aquella maravilla financiera que englobó a varias cajas de ahorros, entre ellas las de Ávila y Segovia que desobedecieron, e hicieron un corte de mangas, los mandatos de Juan Vicente Herrera y Tomás Villanueva para integrarse en una caja única en Castilla y León. ¿Quién no recuerda la imagen de don Rodrigo tocando la campanilla en la salida a bolsa de una entidad llamada a ser clave en la economía española?

Y pasó lo que pasó. La caída de Bankia, la desvalorización, la intervención estatal, a poner millones y más millones entre todos para salvar el desaguisado? Estábamos todavía rascándonos los bolsillos, cuando nos enteramos de lo de las tarjetas black, ese invento que permitía a unos cuantos gastar y gastar lo que le diera la gana a cuenta de la caja y sin pasar por Hacienda. Entre 82 consejeros cargaron durante diez años más de 15 millones de euros en gastos personales en restaurantes, tiendas de alta alcurnia, clubes, hoteles de lujo, lencería femenina, fiestas. Rato "solo" cargó cien mil euros. No reconoció casi nada en el juicio. No sabía, creía que, nadie le avisó, se venía haciendo años y años?Le cayeron más de cuatro años y el jueves, tras apurar el plazo legal, ingresó en una prisión madrileña. Fue a las puertas de la cárcel donde pidió perdón a la sociedad "y a las personas que se hayan sentido defraudadas". Defraudadas ¿con quién?, ¿con él?, ¿con su comportamiento? Pues muchas seguirán así, no solo defraudadas, sino también muy cabreadas porque, que se sepa, don Rodrigo no ha devuelto nada de los cien mil. ¡Así pide perdón cualquiera!

Otro caso, radicalmente distinto, eso sí, es el perdón pedido por el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, a cuenta del maremágnum de las sentencias de las hipotecas. ¡Cómo será el embrollo que ha tenido que salir a la palestra a entonar el mea culpa la máxima autoridad de los jueces! Y ¿qué ha dicho Carlos Lesmes? Pues, algo así como que lo siente y que pide perdón al personal por la incertidumbre y los problemas causados y que se puedan causar. Perfecto, pero ¿no hubiera sido mejor poner soluciones ya y no tener que esperar hasta el 5 de noviembre, fecha en la que se reunirá el pleno de la Sala de lo Contencioso? Dada la gravedad del asunto, ¿no sería más lógico resolverlo cuanto antes y no tener que esperar más de una semana?

Con pedir perdón no basta. Ni en este ni en tantos y tantos casos. Y los que vendrán.